Muy interesante el artículo, Carlos. Y para completar un poco el tema, me permito adjuntar un texto que toca de alguna manera el mismo problema -aunque desde otro ángulo y referido exclusivamente a las ciudades-. Recomiendo especialmente el último capítulo (Epílogo). El libro se lee fácil y cuesta dejarlo de lado. De muestra, los primeros párrafos: Esta maravillosa ciudad, de la que se cuentan tantas leyendas, era después de todo sólo de ladrillo, y cuando la hiedra creció encima y los árboles y las plantas se extendieron, y por último surgieron las aguas subterráneas, la gran metrópolis fue derrocada enseguida. Richard Jefferies, After London, or Wild England, 1886. Más o menos desde finales del siglo XIX la mayor parte de la energía que controla la especie humana se ha dedicado a la construcción y al mantenimiento de sus hábitats urbanos. La agricultura, que durante 8.000 años fue el principal espacio del trabajo humano y animal, es ahora secundaria en el inmenso, literalmente «geológico», drama de la urbanización. Los geólogos calculan que la energía fósil utilizada actualmente en modificar la superficie de la Tierra para las necesidades de una explosiva población humana de moradores urbanos es el equivalente geomorfológico -al menos a corto plazo- del trabajo de los principales agentes tectónicos del planeta: la difusión del suelo marino y la erosión de las montañas. («Ahora nos hemos convertido en el principal agente escultor del paisaje» escribe un experto en la historia de la actividad humana transformadora de la Tierra.)1 Más alarmante aún, el metabolismo del carbono de las áreas urbanas está transformando el clima mundial, quizás en ese proceso esté destruyendo el reciente nicho de clima moderado que ha hecho posible la superurbanización. Aparte del cambio mundial, siempre ha habido razones para preocuparse por la «sostenibilidad» de las grandes ciudades. La capacidad de la estructura física de una ciudad para organizar y codificar un orden social estable depende de su capacidad para dominar y manipular la naturaleza. Pero las ciudades son artefactos radicalmente contingentes cuyo «control sobre la naturaleza», tal y como ha señalado John McPhee, es finalmente ilusorio.2 La naturaleza está constantemente tensándose contra estas cadenas: probando puntos débiles, grietas, fallos, incluso las manchas de óxido. Las fuerzas que controla son por supuesto tan colosales como los huracanes y tan pequeñas como los bacilos. Las energías naturales, en ambas puntas de la escala, son capaces de abrir brechas que rápidamente pueden deshacer el orden cultural. Las ciudades, por lo tanto, no pueden permitir que flora y fauna, viento o agua, se vuelvan salvajes. El control del medioambiente demanda inversiones continuas y un mantenimiento sistemático, ya sea construyendo un sistema de control de inundaciones de miles de millones de dólares, o simplemente desbrozando el jardín. ¡provecho! Pedro. (Espero que llegue bien: es un pdf, muy grande) ----- Original Message ----- From: Carlos Contreras To: chilefuturo@xxxxxxxxxxxxx Sent: Wednesday, September 30, 2009 4:06 PM Subject: [chilefuturo] el futuro en millones de años http://www.newscientist.com/article/mg20427281.300-posthuman-earth-how-the-planet-will-recover-from-us.html?DCMP=NLC-nletter&nsref=mg20427281.300 -- Carlos Contreras, presidente Club Científico de Peñalolén, Santiago, CHILE http://www.clubcientifico.cl fono/fax. 562-7691307 09-2114827