[chilefuturo] LEMEBEL - CARMEN GLORIA - esto es fuerte

  • From: Jaime Aravena <jaravena@xxxxxxxxx>
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  • Date: Sat, 12 Nov 2011 05:26:21 -0800 (PST)

 

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>CARMEN GLORIA QUINTANA (texto leido en la Feria del LIbro) 
>de Pedro Lemebel, el Martes, 01 de noviembre de 2011, 19:37
>
>  Como quien pasea la tarde en la Feria del Libro, me la encuentro hojeando 
>poesía, confrontando su cara tatuada a fuego, con las boquitas de silicona y 
>los cutis de seda de las modelos que adornan las portadas y revistas. Carmen 
>Gloria Quintana, la cara en llamas de la dictadura, parece hoy una magnolia 
>estropeada en los ojos que la reconocen bajo el mapa de injertos. Los ojos 
>impertinentes que se dan vuelta a mirar su figura de joven mamá, paseando con 
>su niño entre la gente.
>
>Pero son pocos los que recuerdan el rostro impreso en las fotos de los 
>diarios. Son contados los que descubren su cara, como si encontraran un pétalo 
>chamuscado entre las hojas de un libro. Son escasos los que pueden leer en esa 
>faz agredida una página de la novela de Chile. Porque la historia de Carmen 
>Gloria no tiene nada que ver con la literatura light que llena las vitrinas. Y 
>si alguien escribiera su historia, difícilmente podría escapar al testimonio 
>sentimental. Quizás, decir algo de ella, pasa inevitablemente por el drama de 
>su vida, que pudo ser igual a la de muchas jóvenes que vivieron los densos 
>humos de las protestas en las poblaciones, por allá en los ochenta. De no ser 
>por esa noche, cuando Santiago era un eco de cacerolas y gritos. Y había que 
>cortar esa calle con una barricada. Y estaban Rodrigo Rojas de Negri y ella 
>con el bidón de bencina, en esa esquina del terror cuando llegó la patrulla. 
>Cuando los tiraron al suelo,
 riéndose, mojándolos con el inflamable, amenazando con prenderles fuego. Y al 
rociarlos, todavía no creían. Y al prenderles el fósforo aún dudaban que la 
crueldad fascista los convirtiera en muñecos bonzo para el escarmiento 
opositor. Y allí el chispazo. Y ahí mismo la ropa ardiendo, la piel ardiendo, 
desollada como brasa. Y todo el horror del mundo crepitando en sus cuerpos 
jóvenes, en sus hermosos cuerpos carbonizados, iluminados como antorchas en el 
apagón de la noche de protesta. Sus cuerpos marionetas en llamas, brincando al 
compás de las carcajadas. Sus cuerpos al rojo vivo,  como antorchas de una 
izquierda quemándose. Y más allá del dolor, más allá del infierno, el desmayo, 
la inconciencia. Más allá de esa danza macabra, un vacío de tumba, una zanja 
donde fueron abandonados creyéndolos muertos. Porque solamente muertos, los 
asesinos podían argumentar un accidente.
>
> Y vino el amanecer, sólo para Carmen Gloria, porque Rodrigo, el bello 
>Rodrigo, quizás más débil, tal vez más niño, no pudo saltar la hoguera y 
>siguió ardiendo más abajo de la tierra. Después vinieron sus funerales, y 
>luego el juicio y los culpables. Y más pronto el perdón judicial y el olvido 
>que dejó libres esas risas pirómanas, quizás confundidas hoy con el bullicio 
>de la Feria del Libro. Por eso Carmen Gloria va entre la gente sin dejar 
>entrar la piedad al sentirse observada. Algo en ella le abre paso, cabeza en 
>alto, erguida, como si fuera una bofetada al presente. Así mismo, cara a cara 
>con Juan Pablo II, mantuvo ese gesto, diciéndole al Papa: esto me hicieron los 
>militares. Pero el pontífice se hizo el gringo y pasó de largo frente al 
>sudario chileno, tirando puñados de bendiciones a diestra y siniestra. 
>Después, Carmen Gloria estudio sicología,  y tuvo un hijo. Al parecer su vida 
>siguió un destino parecido al de muchas
 jóvenes de ese tiempo. A no ser por su eterno maquillaje que lo lleva con 
cierto orgullo. Como quien ostenta el rostro así fuera una factura del costo 
democrático. Y esa página de historia no tiene precio para el mercado librero, 
que vende un rostro de loza, sin pasado, para el consumo neoliberal.  Así, 
mucho después que Carmen Gloria ha sido tragada por la multitud, sigo viendo su 
cara como quien ve una estrella que se ha extinguido, y sólo el recuerdo la 
enciende en mi corazón homosexual que se me escapa del pecho, y lo dejo ir, 
como una luciérnaga enamorada tras el brillo de sus pasos.
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