Apuntes
para un estudio ético-moral de la economía.
Patricio
Chacón Moscatelli Fono: 735 42 76
Stgo,
Chile
E-mail: pachamos@xxxxxxxxxxx
Mayo,
1997
Esta es
la visita Nº
1.-
Introducción.
Muchos temas pueden ser
analizados con el prisma de un conjunto de conceptos propio de otro tema. Los
expertos en economía -en especial los 'libremercadistas'- han hecho uso
extensivo de este ejercicio: buena cantidad de los expertos en los otros temas
así analizados reclaman de un uso que linda en el abuso, sobre todo cuando la
ejecución de algunos aspectos de sus temas preferidos resulta ser calificada
como 'económicamente inviable'.
Creo que es tiempo de
aplicar a la economía un poco de su misma medicina, para beneficio de todos,
economistas libremercadistas incluidos, y sin ánimo alguno de revancha, propia
o ajena.[1]
Intentaré no caer en las
diatribas habituales contra 'la economía' --denominación que casi subentiende
a la economía neoliberal libremercadista-, y las consabidas acusaciones de su
inmoralidad, ya casi un lugar común. Más aun, trataré de ser consecuente con
mis afirmaciones anteriores, en las que he destacado la inconveniencia de las
generalizaciones indebidas, la antropomorfización de conceptos abstractos y los
análisis fuera de un contexto claro y específico: los considero errores graves
a los que nos induce nuestra capacidad de abstracción, una trampa tendida por
nuestra propia habilidad de usar el lenguaje, cuando no las usamos con el debido
cuidado: 'creamos' realidades imaginarias inútiles y engañosas.
Por supuesto, no se trata
de analizar 'la economía' como un todo: sólo algunos fenómenos de la
actividad económica que me parecen especialmente indicados para ser tratados
con el prisma ético-moral. Más específicamente, con el sistema conceptual que
Piaget elaboró al estudiar la génesis del pensamiento ético, y, por lo mismo,
también de la acción moral.
Reconociendo de antemano mi
ignorancia casi total de una ciencia tan compleja como la economía -sé lo
suficiente para darme cuenta de que no sé lo suficiente- me limitaré al
estudio de un solo tema, simple, cotidiano, al alcance de cualquier egresado de
educación media: la fijación del precio de un producto o servicio y la
transacción comercial consiguiente. La alusión a otros aspectos económicos es
inherente al contexto en que se da el precio, necesariamente económico:
trataré que sea sólo marginal.
Quienes esperen tajantes
condenas o aprobaciones ético-morales de alguna de las alternativas de
realización de estos fenómenos económicos se verán defraudados: las
experiencias ético-morales -según Piaget- sólo pueden ser calificadas
asignando un modo ético-moral a la persona que las realiza, por lo que no
serán 'buenas', 'malas' o 'indiferentes', en el sentido del moralismo
tradicional. Tampoco habrá 'culpables' ni proposición de 'castigos'.
Lo que no quiere decir que
estén ausentes algunas formas de evaluación que, debo adelantar, son poco
corrientes: ciertas alternativas pueden ser evolucionadas o primitivas;
egocéntricas, sociocéntricas o descentradas; socialmente convenientes o
inconvenientes; por último, hay o no ruptura de lazos o contratos sociales.
2.-
Definición de términos.
Pienso que todo análisis
útil debe comenzar por una correcta y completa definición de términos, a fin
de que pueda ser criticado sin ambigüedades, y así mejorado. Por mi condición
de lego en economía -a la que me acojo- las definiciones de este ámbito serán
casi las del sentido común, las que estimo suficientes para este análisis
preliminar. Espero que no sean incompatibles con las de los especialistas.
2.1.-
Precio y compraventa.
Entiendo por «precio» al
valor que se asigna a un producto o servicio para que pueda ser transado en el
mercado. Es decir, precio es la cantidad de moneda corriente que el comprador
debe entregar al vendedor para que pueda quedarse con el producto o usar el
servicio. Este «intercambio» de lo vendido por el dinero es lo que denominaré
«venta» y «compra»: dos caras del mismo proceso -también llamado
«compraventa»-, el que entrega la cosa -que usaré como sinónimo de
producto o servicio- es el que vende y el que paga -que usaré como
equivalente a «entregar el dinero»- es el que compra.
2.2.- El
sistema conceptual ético-moral de Piaget.
Mi intención es hacer un
análisis del tema económico planteado desde una perspectiva ético-moral
científica.
¿Como acercarse
científicamente a este aspecto de las vivencias humanas, tan característico de
nuestra especie?. Por nuestra manera de pensar, para entender los fenómenos
ético-morales, necesitamos de un conjunto de ideas acerca de este tópico: es
decir de una teoría. Por supuesto, todas las personas tienen y usan alguna de
las tantas teorías en boga acerca de la ética y la moral. Como ya he afirmado
en otra parte, la mayoría de las ideas de uso público -o del sentido común-
acerca de estos temas no pasan de ser, en último análisis, mitos [2].
Carecen de las características que nos hacen preferir las teorías
científicas. Uno de los mitos que ya he analizado consiste en creer que es
imposible hacer un estudio científico de la ética y la moral.
¿Existe, en la actualidad,
alguna teoría científica acerca de la actividad ético-moral?. Afortunadamente
sí, y más de una.[3] De las que conozco,
destaca entre ellas la más antigua, planteada hace ya 63 años, en el libro
"El criterio moral en el niño", de Jean Piaget {24}. Basada en sus
estrictas investigaciones empíricas, del más puro estilo científico,
constituye, a mi juicio, una base firme para analizar el desarrollo de las
sociedades desde el punto de vista de la evolución de sus modos
característicos de relación interpersonal, base última de la evolución de
todas las instituciones humanas, de todos los ámbitos de actividad imaginables.
Por supuesto, también las del ámbito económico, tan ligado al político.
¿Podrá ser usado, como el
mejor criterio para el análisis de fenómenos económicos, la teoría de Piaget
acerca del desarrollo ético-moral?. Piaget planteó esta teoría para el
comportamiento y la evolución ético-moral de las personas en ámbitos
diferentes al económico, pero me parece obvio que es lícito extrapolarla a
este ámbito -es una teoría independiente de los 'contenidos'-, y además
suponer como válidos otros aditamentos, que postulo como derivados lógicos de
la teoría base de Piaget. Creo que, este conjunto, cumple mucho mejor con las
condiciones requeridas que otras teorías habitualmente usadas -como las del
sentido común, que se usan sin darse cuenta, de manera no consciente-.
De acuerdo con la teoría
ético-moral de Piaget, las personas demuestran usar formas recurrentes y
habituales de determinar lo que está bien o está mal hacer, en su relación
con otras personas, con las cosas y consigo mismas. Estas formas de criterio
moral -a los que llamó modos- consisten en diversas maneras de aceptar
la validez de las reglas -por heteronomía o por autonomía-, preferencia por
ciertos tipos de sanciones -expiatorias o de reciprocidad-, diversas formas de
considerarse a sí mismo con respecto al grupo social -el respeto de
heteronomía o el respeto de autonomía-, los que menciono sólo como ejemplos
de una compleja red de conceptos. Estos modos conforman verdaderas mentalidades
diferentes, que coexisten en la misma persona -en distintos ámbitos de
actividad-, las que van evolucionando en estrecha relación con otras
evoluciones que las personas experimentan, a medida que crecen, y que se dan
como potencialidades, que sólo se realizan -se hacen reales- en la medida
que el medio social lo hace posible.
La comprensión del sistema
conceptual piagetiano, del cual he mencionado sólo algunos conceptos, a mi
juicio requiere a lo menos del estudio cuidadoso y sin prejuicios de una docena
de sus libros, además de lo cual se requiere ir relacionando meticulosamente
los conceptos estudiados en cada uno de ellos, hasta conformar la red antes
mencionada. El libro en el que Piaget trata la evolución ético-moral, "El
criterio moral en el niño" {24} ya citado, puede ser muy mal interpretado
si no se estudia -muy distinto de sólo leer- sabiendo el contexto dado en sus
otros libros fundamentales, en los cuales conforma una idea de cómo piensan y
aprenden a pensar los seres humanos, idea que es extraordinariamente diferente a
las ideas del sentido común: se trata de un paradigma psicológico distinto al
de uso común, y también al de los medios académicos actuales, casi todos
impregnados del paradigma freudiano, consciente o no conscientemente.
Lo ideal para entender bien
este artículo, con el sentido que yo le doy, sería que el lector siga mi
recomendación anterior, y además, lea tres de mis textos. Pero entiendo
que es demasiado pedir. Recomiendo entonces que lean -ojalá estudien- mi libro
"Etico-política" {8}, de tan solo 179 páginas, y que contiene un
paradigma psicológico básico, fundado en lo que yo he entendido de Piaget, muy
importante para mejor entender todo el conjunto. En su defecto, cabe un
sucedáneo más corto: como todo sucedáneo, sólo mejor que nada.
La más breve de las
descripciones, muy resumida, de los modos de relación social -o ético-morales-
de Piaget que he logrado hacer hasta la fecha, y que reúne las características
de ser completa y de ser 'autosuficiente' -espero que se entienda sin tener que
recurrir a otros textos- tiene sólo 7 páginas. Se llama "Los modos de
Piaget: una herramienta de análisis" {9}. El subtítulo aclara que los
propongo como instrumentos de análisis para las ciencias humanas. Podría
'copiar' -insertar- aquí dicho artículo, directamente del disco duro de mi
editor de textos, con gran facilidad. Pero, para no extender demasiado éste,
supondré que el lector ha leido -o va a leer- el artículo mencionado, que
tiene además la ventaja de haber sido publicado. Ahora me limitaré a la
enumeración de los modos y de la evolución ético-moral -la secuencia en la
que los seres humanos aprendemos a usar dichos modos-. En el presente trabajo
usaré las descripciones que están resumidas en el anterior para el análisis,
y así justificar las hipótesis de éste. Es decir, este es el segundo piso de
una casa cuyo primer piso -escalera incluida- está en el anterior: la
responsabilidad -y las dificultades- de tratar de subir sin escala recaen ahora
en el lector.
Los modos de relación
social, según lo que yo he entendido de Piaget, son los siguientes:
1) la anomía,
pre-ética y pre-moral,
2) la heteronomía,
o modo autoritario,
3) la ética primitiva,
4) el individualismo
o relativismo ético-moral[4], y
5) la autonomía, o
modo democrático, o modo de cooperación entre iguales diferenciados
La evolución ético-moral,
o secuencia de aparición o aprendizaje -y por supuesto de aplicación- de los
modos de relación social antedichos, según las investigaciones de Piaget -tal
como yo las he entendido-, y para las personas que evolucionan en las
sociedades occidentales actuales, es la siguiente:
a) la anomía, desde el
nacimiento.
b) la ética primitiva,
desde la infancia (desde el "mantenerse sentado", antes que la
heteronomía[5]), con posible agudización a
partir de la pubertad, según las condiciones sociales en que ocurre la
evolución.
c) la heteronomía o modo
autoritario, desde la infancia (comienzos del lenguaje).
d) el individualismo, desde
los inicios de la pubertad.
e) la autonomía o modo
democrático, desde los inicios de la púbertad.
Piaget distingue claramente
dos aspectos de la actividad normativa de las personas: la práctica de las
reglas y la reflexión acerca de esa práctica, o acerca de las normas. De las
investigaciones empíricas de que da cuenta en su libro queda en evidencia lo
que Piaget denominó 'dècalage' -traducible por 'retraso'- y que consiste en
que todo avance -vale decir, todo aprendizaje- se realiza primero en la
práctica de la regla y luego de un tiempo de práctica se detecta el logro en
la reflexión. Por lo demás, el mismo retraso que Piaget descubrió en los
aprendizajes de todo tipo.[6] De la diferencia
entre ambos aspectos -la práctica o moral y la reflexión o ética- deriva mi
preferencia por la denominacion de estas actividades humanas como
ético-morales, ya que ambos aspectos me parecen siempre presentes e
indisolubles, pero distintos.[7]
Se trata, por lo tanto de
una evolución compleja, por un lado de los modos empleados -los que cambian
separadamente para diferentes ámbitos de actividad- mezclado con el retraso ya
mencionado, para cada aprendizaje particular.
Esta evolución indica la
secuencia de aparición de los modos -no se trata de estadios, en el sentido
fuerte (en el que los nuevos reemplazan completamente a los anteriores)-,
e implica la coexistencia de modos –evolución separada por ámbitos de
actividad- y un contexto de constructivismo extremo, ya explicados en otras
partes.[8]
Es necesario destacar que,
aun en la actualidad, sólo algunas personas logran el dominio de la autonomía,
y eso sólo en algunos ámbitos de actividad: en la gran mayoría de las
personas de hoy predomina el individualismo, mientras hay ámbitos de
actividad completos en que predomina el autoritarismo -tan importantes
como los legales y buena parte del económico, como espero demostrar- y otros
igual de importantes en los que predomina la ética primitiva
-ejércitos, policías y cárceles-. En estos ámbitos de actividad todos
estamos obligados a asumir el modo dominante, aunque nos resistamos.
Piaget no estudió, en los
niños que 'entrevistó', las posibles expresiones de la ética primitiva, -modo
que caracterizó muy brevemente- porque consideró de partida que, ya en la
época de su investigación, este modo estaba extinguido -antes de 1932, año en
que se publicó "El criterio moral en el niño" {24}-. Discrepo
abiertamente de esta opinión de Piaget, ya que este modo puede ser observado en
plena actividad hoy en día, en muchos ámbitos de actividad muy importantes.
Por estas razones lo he incluido, usando las descripciones de Piaget. Piaget
pensaba que este modo se daba en las 'sociedades primitivas', apareciendo en el
período de la pubertad. Por lo tanto, en una escala de evolución apegada a lo
dicho por Piaget, esta ética primitiva debería surgir después del
autoritarismo, ocupando el tercer lugar.[9]
En la evolución de los
seres humanos actuales -desde niños hasta que se mueren de viejos-, la que
consiste en que todos van pasando desde el uso único de la anomía al uso
mezclado de los modos, por adición de los modos siguientes en proporciones
crecientes -según lo ha demostrado Piaget-, tiene una importancia trascendental
tanto la ocurrencia de otras evoluciones -tales como la psicológica y la
fisiológica- como el apoyo del medio social circundante.
3.-
Análisis ético-moral del precio: fase teórica.
Muchos piensan que la
compraventa y el precio correspondiente han existido desde siempre, en especial
las personas jóvenes. Otros, más enterados, se remontan al proceso que fue su
predecesor, el trueque. Ambos procesos son bastante recientes, medidos con la
vara con que se mide la evolución de las especies. La compraventa necesitó de
la existencia del dinero, 'invento' que sólo tiene algunos miles de años; se
generalizó en lo que llamamos Occidente, de manera definitiva, sólo unos
cuantos cientos de años atrás, después de la Edad Media.[10]
El trueque le precedió -probablemente- por otros cuantos miles de años, para
lo que necesitó que las sociedades de la época tuvieran 'excedentes' para
intercambiar, lo que imagino debe haber ocurrido cuando las tribus humanas se
hicieron pastores, y no antes.
Las sociedades anteriores
-como las de la época de los cazadores- eran todas 'económicamente
autárquicas', con 'economía natural' (PC), es decir se autoabastecían. Pero
las sociedades autosuficientes no desaparecieron súbitamente, algunas
evolucionaron al trueque, aumentando su número lentamente. Para el aumento del
trueque, en cantidad y distancia -y después del dinero- fue necesario el
desarrollo de los medios de transporte y de los caminos. En algunas partes
aparecieron sociedades que inventaron alguna forma de dinero, y por lo tanto, de
precio. Mientras tanto, seguían coexistiendo otras que usaban el trueque y
otras se mantenían autoabastecidas. En un proceso muy gradual, que duró miles
de años, el dinero se fue haciendo cada vez más masivo. Pero las sociedades
autoabastecidas se mantuvieron, en gran cantidad, hasta fines de la Edad Media,
en toda Europa.[11] Me parece probable que todavía existan grupos aislados que
siguen siendo autárquicos, económicamente.
Si se analiza a fondo, la
compraventa es el proceso moderno por el cual una persona obtiene algo que
desea, sin tener que 'hacerlo' por sí misma. Entrega dinero a cambio. Lo mismo
ocurre con el trueque, sólo que se entrega otra cosa -no dinero-, de valor
equivalente. ¿Existen o existieron otras maneras de obtener lo que uno desea
sin tener que hacerlo por sí mismo?. Creo que varias.
La más simple es
pedírselo a quien lo tiene, para que lo regale, para que lo dé, sin pago y sin
precio. Se usa bastante, aun hoy en día. Basta con dar las gracias.
Cuando lo que uno desea no
tiene dueño -una clase de cosas en rápida extinción, como un panorama o agua
del mar, o aire puro- entonces basta con tomarlo o gozarlo, directamente, si es
que se tiene acceso.
Otra manera que se usa -tal
vez demasiado- es 'tomarlo sin permiso', si es que el dueño de la cosa no está
alerta. Si está presente y alerta, cabe el recurso de arrebatarle la cosa: se
requiere estar en condiciones de aplicar la violencia que esta forma implica.
Otra alternativa es usar algún engaño -dinero falso, una historia, etc-. Todos
estos modos son reconocidos -en la actualidad- como «delitos», con nombres
tales como «robos», «hurtos», «estafas» y otros semejantes.
3.1.- El
primer precio: el del garrote.
Las formas violentas de
obtener lo que se desea son, con mucho, más espontáneas y más antiguas que
las voluntarias o de consenso. Tanto si se las mira desde el punto de vista de
la evolución social como desde aquel de la evolución de las personas.
Tan pronto como los niños
y niñas están en condiciones de tomar lo que desean, simplemente lo toman, y
si se los detiene, el berrinche es casi seguro: es otro de sus elementos de
'relación'. Si la disputa es con otro de su edad, se pegan, se empujan, se
muerden y se aplican violencia con todas sus fuerzas: el que pierde queda
llorando y gritando. A veces ambos. Para estos ejercicios, no necesitan del
lenguaje: esto demostraría, sin más, que la ética primitiva precede al
autoritarismo, que sí lo requiere. Al menos en estos ámbitos 'económicos'.[12]
Los métodos violentos -con
violencia física- de obtención de cosas se han aplicado, masivamente, a lo
largo de toda la historia humana, desde sus inicios, y su declinación es muy
reciente: durante el siglo XVII todavía era la forma predominante de
'intercambio' de cosas -bienes y/o servicios- y de obtención de territorios en
casi toda Europa (PC). Así se formaron las 'grandes naciones' actuales, tanto
en Europa como en otros continentes: producto de guerras 'exitosas', obviamente
sólo para el bando ganador. La mayoría de los feudos y ciudadelas operaban
autárquicamente, y 'los mercados' eran claramente minoritarios. A todo esto,
debe agregarse que la convivencia entre siervos y señores feudales destacaba
por formas muy violentas de relación (PC).
Por otra parte, muchos
investigadores sostienen que el Estado fue un invento cuya principal función
era la de evitar los abusos de quienes insistían en el uso de la violencia
física, tanto bandoleros como señores y hasta reyes: el Estado debía
proporcionar seguridad a la gente que intentaba gozar del fruto de su trabajo.
Un excelente estudio de los liberalismos y su origen, ejemplo de estas
posiciones, está contenido en los textos de C. B. Macpherson.[13]
Esta forma de obtención de
cosas deseadas corresponde a la etapa de evolución social que llamé, en otra
parte, la era del garrote,[14] en la que predominaba la ética primitiva:
manda el que tiene el garrote más efectivo. 'Manda' quiere decir 'hace lo que
se le ocurre', los demás lo complacen o se arrancan, si pueden. En las personas
-los infantes- es también el período o etapa de la ética primitiva, en la que
predomina este modo ético-moral.
Esta coincidencia entre la
evolución de las personas y la de las sociedades ha sido ya mencionada y
destacada por Elias[15] y por Piaget, en diferentes ámbitos de evolución: las
personas parecen repetir el proceso de las sociedades, pasando por casi todas
las etapas. Ambos autores dan justificaciones muy razonables de esta
coincidencia.
En esta manera de obtener
cosas que uno desea, el 'precio' vendría a ser el esfuerzo que la violencia
necesaria implica, o tener la fama de ser capaz de aplicarla si alguien se
opone. Este sería el «precio de la ética primitiva», todavía en funciones.
O bien el «precio del garrote», derivado de la ley del mismo nombre.
El poder apropiarse
o disponer de lo que hacen, han hecho o encontrado otros -sus bienes o
servicios- es la expresión económica del Poder. En otra parte he analizado las
diferentes formas de «Poder»: de acuerdo con la clasificación allí expuesta,
el precio del garrote es la expresión económica del Poder del garrote, de la
ética primitiva, o, simplemente, Poder primitivo.[16]
3.2.- El
precio del garrote simbólico o autoritario.
Las personas que
preferirían los métodos violentos de obtención de cosas deseadas pueden
reemplazar la violencia física por la violencia psicológica. En especial
cuando las formas de violencia bruta se hacen impopulares y dan 'mala imagen'.
Las ventajas para ambas partes suelen ser muy grandes, si se compara esta forma
de violencia con la anterior. Por supuesto, serán mayores para quienes están
en condiciones de aplicarla.
Las ventajas mutuas principales
pueden ser las siguientes.
a) La violencia
psicológica es menos 'dolorosa' que la física, y hasta puede ser recibida sin
darse cuenta, no conscientemente -para el que la sufre-. Si está reglamentada y
legislada, ni siquiera significa necesariamente humillación o desagrado
-adicionales al hecho de ser violentados-, los que son inevitables con la
violencia física.
b) Para el que la aplica,
es menos cansadora y menos riesgosa -en la otra se pueden invertir los papeles
con mucha facilidad- y no requiere de mantener un estado físico adecuado
-difícil cuando se envejece- o de un arsenal suficiente. Todavía más riesgoso
es depender de guardaespaldas. Ya Ovidio, en la Roma antigua, advertía,
preocupado: "Quid custodiant custodios?" (¿Quien vigila a los
vigilantes?).
c) Dado que esta forma de
violencia implica y requiere de un sistema organizado y permanente de relaciones
sociales que hagan posibles las desigualdades inherentes a la violencia
psicológica usada, las personas que no respeten las reglas establecidas
deberán enfrentar las consecuencias estipuladas. Esto da al sistema visos de
ser estable y de lograr el reemplazo de la violencia física por la
psicológica, con las ventajas ya reseñadas. Además, de manera permanente, por
períodos muy largos.
d) La violencia física es
una forma de organizar la actividad de los más débiles que, por su naturaleza,
impide lograr organizaciones muy grandes: los 'delegados' se percatan muy pronto
que han adquirido Poder -en el sentido explicado en (P)- suficiente como
para erigirse en competidores de sus 'mandantes', fenómeno que explicaría,
principalmente, -según Elias (PC)- la prolongación extrema del período
medieval. En cambio, la violencia psicológica ha demostrado ser capaz de
conseguir organizaciones e instituciones de extensión cada vez más grande,
hasta llegar a ser mundial, con muchos y muy complicados niveles de delegación
(SA). Además, con permanencia de siglos, con variaciones estructurales muy
pequeñas. Lo dicho vale para todo tipo de organizaciones e instituciones, no
sólo las económicas: ejemplos son los países o naciones, las iglesias
organizadas -en tanto organizaciones-, y de otros tipos, muchas
institucionalizadas.
e) La institucionalización
de métodos de interrelación que implican violencia psicológica permite que
dicha violencia adquiera formas impersonales -impuestas y hasta aplicadas por el
sistema- por lo que quienes se aprovechan de ella pueden asumir una actitud
legalista que los exime de sentirse culpables: sólo están aplicando las reglas
del sistema. La masificación aumenta la impersonalidad, minimiza las culpas
individuales: ¿qué pueden hacer las simples personas frente al sistema?.
f) Quienes 'progresan'
gracias a esta violencia psicológica logran, muy rápidamente, la capacidad de
'contratar' o poner de su parte a quienes puedan aplicar la violencia física,
si lo consideran necesario. La gama va desde los reyes que formaron las naciones
occidentales -que nos muestra Elias (PC)- hasta las mafias, abiertamente
ilegales, y el muy legal recurso a los sistemas judiciales y sus organismos de
apoyo. En caso de apuro, en los que el sistema mismo corre peligro, se juntan
todos los que han progresado -gracias a la violencia psicológica y que, por lo
tanto desean su mantención- y presionan hasta que los organismos que conservan
el llamado 'monopolio de la fuerza' restituyan la 'normalidad quebrantada': la
gran mayoría de los golpes de estado 'modernos' han tenido su origen en estos
'apuros'.
Como se ve, las ventajas
son mucho mayores para los aplicadores que para los sufridores de esta
violencia. Además confieren al sistema mecanismos de retroalimentación que
tienden a su estabilidad y a su reforzamiento: esto explica la duración
considerable de tales sistemas. El peligro surge del seno del grupo dominante,
ya que sus componentes no pueden evitar la tentación de aplicarse igual método
entre ellos mismos: terminan peleando, incluso volviendo a la violencia física.
Otros peligros para estos
sistemas -tal vez insalvables- vendrán con la evolución inevitable de los
grupos humanos así conformados y potenciados: los veremos en la etapa
siguiente.
A estas alturas, pienso que
tal vez valga la pena aclarar, muy resumidamente, lo que estoy entendiendo por
violencia psicológica, en especial para quienes no dominen la terminología
piagetiana que estoy usando.
Cuando una o más personas
-como grupo- disponen de la capacidad de establecer las reglas de relación
interpersonal -de un determinado ámbito de actividad- sin que las otras
-también sujetas a esas reglas- tengan la oportunidad o capacidad de discutir u
opinar en dicho establecimiento, entonces las primeras están ejerciendo
violencia psicológica sobre las segundas. Dicho en lenguaje piagetiano, la
relación entre ambos grupos es de heteronomía o autoritaria: los que dictan
las reglas son llamados autoritarios dominantes, y los otros autoritarios
sumisos, si es que aceptan -consciente o no conscientemente- esta
situación. Las personas que no aceptan voluntariamente el autoritarismo
dominante -ya sea porque son individualistas o son autónomas (también
conocidas como 'democráticas')[17]- pueden verse forzadas a acatarlo -por
disposiciones legales, por ejemplo-: «acatar» tiene aquí el significado de
‘aceptar como un mal menor’, o ‘inevitable’, contra su voluntad.
Este modo de relación
social presenta características especialmente adecuadas para el surgimiento de
organizaciones jerarquizadas del tipo que se conoce como «prusiano» -típico
de los ejércitos y también de las 'sociedades carcelarias'-, ya que cada
persona es capaz de actuar con autoritarismo sumiso con sus superiores y casi
simultáneamente con autoritarismo dominante con sus inferiores -inferiores
calza mejor que subalternos-. Las cadenas jerárquicas así formadas pueden
alcanzar dimensiones impresionantes. Constituyen un paso evolutivo muy
importante en relación al modo precedente, la ética primitiva.
Nótese que los ejemplos
dados -ejércitos y grupos delincuentes asumidos- tienen como objeto o fin
declarado y evidente la aplicación de métodos de ética primitiva -a quienes
corresponde, es decir, a sus enemigos- entre ellos utilizan el modo autoritario,
salvo error, omisión o 'apuro'. Esta es otra de las tantas demostraciones del
uso simultáneo de más de un modo ético-moral por la misma persona.
Como los modos de relación
social se utilizan casi siempre sin tener consciencia de ellos, en rutinas no
conscientes,[18] tanto dominadores como sumisos actúan sus respectivos roles
considerándolos normales, correctos y adecuados: se dice con frecuencia que son
'naturales'. Tanto el patrón como el inquilino consideran natural su papel y el
del otro. Para ellos, así es la vida.
Cabe destacar, desde ya,
que el llamado «origen democrático de las leyes» no asegura, ni mucho menos,
que dichas normas eviten la aplicación de la violencia psicológica inherente
al autoritarismo. Daré ejemplos difícilmente rebatibles, más adelante.
¿Como podrá definirse
brevemente el precio autoritario?. A la luz de lo que ya hemos visto, entenderé
por «precio autoritario» aquel que se fija autoritariamente -por el que vende
o por el que compra- y que es aceptado autoritaria u obligadamente -por el que
compra o por el que vende-. Independientemente del carácter legal -acorde o no
con las leyes- de las formas de fijación de los precios. Estas calificaciones,
muy poco familiares hoy en día, cobrarán significados precisos cuando veamos
sus aplicaciones prácticas. Espero que también sugieran otras aplicaciones.
Si consideramos esta
fijación de precios como la expresión de Poder económico, el precio
autoritario equivale al ejercicio del Poder autoritario, usando la
clasificación de mi texto sobre el Poder (P).
Las personas que no conocen
el sistema piagetiano en que me baso pueden pensar que la característica
'autoritario' es muy confusa: los remito a los textos de Piaget, y, en su
defecto, a los míos. Puede que ese y otros conceptos del mismo origen sean un
poco complejos, pero, por estar clara y sistemáticamente caracterizados, no
pueden ser calificados de confusos: por ahora, sólo son poco conocidos.
3.3.- El
precio individualista.
El desarrollo de las
sociedades de la era autoritaria (SA), potenciadas por la creciente capacidad de
organización y la seguridad -también creciente- que otorgan los nacientes
estados nacionales a sectores cada vez más amplios, se verá nuevamente
acelerado y fomentado por nuevos productos nacidos en su seno: en efecto,
surgirán poco más tarde las tecnociencias, herramientas fantásticas para
multiplicar casi infinitamente las formas de dominación por violencia
psicológica. Estas nuevas herramientas vienen a sumarse a las ya difundidas: la
división del trabajo y la especialización consecuente, el dinero y el mercado
-en sus diferentes formas-, todos relacionados entre sí e interdependientes.
Los efectos de unas sobre otras resultarán fuertemente sinérgicos,
potenciándose recursivamente unos con otros.
Sin embargo, serán las
tecnociencias el caballo de Troya que traerá en su interior el germen del
cambio en los sometidos: para que grandes cantidades de personas puedan usar
estas herramientas será necesario que se instruyan, y la instrucción masiva
les facilitará el darse cuenta de las diversas formas que toma la violencia
psicológica, y, en consecuencia, habrá cantidades crecientes de personas que
serán, cada vez más, renuentes a aceptarla.
Este fenómeno viene a ser
reforzado, otra vez, por el aparecimiento de una metaciencia -ciencia que
estudia a las ciencias- la «epistemología», que surge del ámbito de la
«filosofía de la ciencia». Este refinamiento de los científicos, que toman
conciencia de su quehacer científico y de los razonamientos que emplean en él,
los lleva a descubrir que los hechos que estudian sólo tienen sentido en
el contexto de las teorías que los contienen, las que a su vez, sólo
tienen sentido en su relación con el conjunto de hechos que pretendidamente
explican, y en el contexto del conjunto de conceptos que la forman. Es decir,
'descubren' que las verdades que 'descubren' son relativas
a sus teorías previas, y no absolutas: se dan cuenta de que sólo tienen acceso
a lo que 'conocen' a través de las ideas -o teorías- que ya tienen acerca de
eso que conocen. Y que el tan perseguido conocimiento de la «esencia de las
cosas», independiente de quien conoce, se aleja de su alcance, tal vez para
siempre. Seguramente, este es un resumen tan breve, que resulta demasiado
esquemático.[19]
Este exquisito
'descubrimiento', al alcance de la comprensión de un número extremadamente
reducido de superespecialistas -la gran mayoría de los mismos científicos no
lo 'entienden bien' o no se preocupan de estos asuntos-, comienza a
'generalizarse' de manera peculiar, mucho más allá de los ámbitos de origen,
e incluso a sectores muy alejados de las ciencias, entre una parte muy grande de
la población: su popularidad no cesa de crecer. Por las dificultades que
implica su adecuada y completa comprensión, lo que llega a estas masas
crecientes es una simplificación extrema: «todo es relativo». Muchas personas
relacionan esta «teoría» tan general con la «relatividad» de Einstein -el
mayor prestigio de la ciencia, además indiscutible, porque casi nadie está en
condiciones de discutirle- cuando entre ambas 'teorías' apenas cabe descubrir
un alcance de nombre.
Pero todo ayuda cuando se
dan las condiciones: el "todo es relativo" se transforma en dogma o
moda, aceptado por cantidades cada vez mayores de personas. Adquiere nombre
propio -es el «relativismo cognitivo»-, y es estudiado como fenómeno social
generalizado. Es aplicado a todo, también a la actividad ético-moral,
transformándose en el «relativismo ético-moral», manera de pensar que
significa que no existen valores absolutos ni dogmas, y que cada cual determina
sus propias reglas de convivencia, como le parece.
Este relativismo
ético-moral -para el cual prefiero el nombre «individualismo», modo
ético-moral que he caracterizado y justificado antes[20]- constituye un claro e
importante avance en la evolución ético-moral, del mismo modo que lo es su
homólogo cognitivo en sus dominios: permite formas de organización aun más
grandes y eficientes que el autoritarismo, ya que quienes lo usan son capaces de
una flexibilidad difícil de imaginar en los modos más primitivos (SA). La
razón principal estriba en que las personas individualistas -en los ámbitos
de actividad en que lo son- aprenden entendiendo, con
aplicación del análisis crítico propio, a diferencia del aprendizaje
autoritario, en el cual se aprende memorizando, sin análisis
crítico propio, por respeto a la autoridad externa que dice como son las cosas,
lo que es verdadero o falso, bueno o malo.
Creo que, para el estudio
del precio, las características más significativas del individualismo son:
-se rechaza la imposición
de las reglas de relación social, y se reclama para sí mismo el derecho a
opinar críticamente sobre la validez de ellas. Las reglas impuestas e
'inevitables' se 'acatan', a desgana, buscando los resquicios que permitan
evadirlas.
-la preocupación se
focaliza en los derechos propios, sin mayor preocupación por los derechos de
los demás -cada cual debe reclamarlos, tal como lo hace uno mismo-. Frente a
terceros aparece la preocupación por el endogrupo o grupo propio en perjuicio
de los terceros o exogrupo, pero dentro del endogrupo prima el interés
personal. Es decir, presenta características muy egocéntricas y, dentro de
ellas, también sociocéntricas.[21]
-fuerte atracción por el
riesgo y las emociones fuertes, rayanas en la violencia, debido al sentimiento
de que los posibles daños sólo le competen a él, y que los demás no deben
preocuparse por él -él no se preocupa por otros-: la resiente, como
interferencia indebida.
-si sus acciones perjudican
o pueden perjudicar a otros, los otros deben reclamar y defenderse: si no lo
hacen, entonces 'son tontos', y se merecen lo que les pase.
-si existen otros que no
están en condiciones de defenderse y reclamar, ese no es un problema del
individualista, sinó que de las personas cercanas a los afectados, o del
Estado, o de quien corresponda o se interese: en ningún caso de él, él 'no
está ni ahí'.
Es posible mostrar otras
características del modo individualista, más sutiles y complejas de describir.
Pero con las ya dichas, es factible describir la forma de establecer los precios
que corresponda a este modo de relación social o ético-moral. Siempre
manteniéndonos en el nivel puramente teórico.
Entenderé, entonces, como
«precio individualista» aquel que se fija y/o se acepta con la lógica
individualista. Es decir, en ambos casos, se toman en cuenta los intereses
personales prioritariamente, sin aceptar imposición de normas arbitrarias que
produzcan perjuicio propio -hasta donde sea posible-, pero sin preocupación por
posibles perjuicios ajenos. Se aceptan objeciones o discusiones cuando la
contraparte las hace valer: cada cual tiene que defenderse si desea que sus
derechos se respeten. Si los intereses del endogrupo no compiten con los
propios, entonces pueden ser también resguardados.
El precio individualista
corresponde al ejercicio del Poder individualista, especificado en mi artículo
sobre el Poder (P).
En el análisis de la
práctica del precio individualista veremos cómo se aplica, cuáles son las
condiciones ideales para que se transforme en la norma, en el modo preponderante.
Resulta casi obvio suponer ya que esta forma de precio encontrará condiciones
óptimas en la era individualista -la actual- y que llamé de las sociedades
adolescentes, por cuanto dicho modo ético-moral florece en -y es
característico de- esa etapa del desarrollo personal (SA).
3.4.-El
precio democrático o de autonomía.
He afirmado antes que, a mi
juicio, las primeras expresiones masivas del modo de la autonomía o
democrático se dieron con el surgimiento de las ciencias, en esos ámbitos de
actividad, cuando la era autoritaria se encontraba en su apogeo (SA). Pienso que
las primeras expresiones -no masivas- son muy anteriores, ya que probablemente
se daban en grupos de iguales en los cuales no surgían conflictos graves, tales
como algunas familias y los de los juegos infantiles: ya en la época en que
Piaget realizó sus investigaciones (1930), en esos ámbitos de actividad se
daba espontáneamente la autonomía, y se consideraba que dichos juegos eran
antiquísimos. También en Chile se estiman como muy antiguos -miles de años-
los trabajos comunitarios llamados 'mingas' o 'mingacos', todavía en práctica,
y en los cuales se expresa muy claramente el espíritu solidario propio de la
autonomía.
Pienso que el
extraordinario desarrollo de las tecnociencias se debe, principalmente, al uso
masivo de la autonomía en esos ámbitos de actividad. ¿Porqué las ciencias
llamadas duras han madurado mucho más que las ciencias humanas?. Creo que, como
siempre en los fenómenos sociales, las razones son muchas y se refuerzan entre
sí: sin embargo, algunas destacan. Me parece que los intereses personales son
mucho más 'lejanos' a los investigadores de las ciencias duras que a los de las
ciencias humanas. Partiendo de los mismos 'objetos de estudio': las 'cosas' son
más 'lejanas' que las personas o los sujetos sociales, además son casi siempre
más simples, y difícilmente entran en competencia con los investigadores. La
'lejanía' de los objetos de estudio ayudan o facilitan el pensamiento
'descentrado' -ni ego ni sociocéntrico-, condición indispensable para el
surgimiento del pensamiento democrático o de autonomía.
Con tantas dificultades, no
es raro que todavía las ciencias humanas se encuentren 'inmaduras', con muchos
paradigmas antagónicos, o parciales, hasta contradictorios: en la etapa de las
'múltiples escuelas' -en el sentido de Kuhn-. Tampoco es extraño que algunos
aspectos de ciertas ciencias humanas se desarrollen mucho más que otras, como
ocurre con la econometría con respecto al resto de la economía: es más
'lejana' que las otras áreas, en las cuales influyen mucho las ideologías, a
menudo usadas -en rutinas no conscientes- para defensa o expresión de intereses
propios o del endogrupo.
¿Será posible establecer
un precio característico de la autonomía, en esta área de la economía, tan
tentadora para la aplicación de 'recetas' o teorías que confirmen lo que uno
desea?. Hasta ahora, me ha sido posible encontrar diferentes formas de libertad[22]
y de Poder (P), cada una típica de -o asociable a- cada uno de los modos
ético-morales. El método ha sido el mismo que he estado empleando: revisar las
características de cada modo y determinar las del concepto en análisis
correspondiente. Primero en teoría y luego buscando las expresiones prácticas
del hallazgo o hipótesis teórica, cuando ésta se encuentra o se estima que
existe.
Las características de la
autonomía o modo democrático que me parecen atingentes al fenómeno precio
son, muy resumidos, los siguientes.
-no se acepta la
imposición de las reglas de relación social, y se reclama para sí mismo y
para todas las demás personas el derecho a opinar críticamente sobre la
validez de ellas. Incluso se toma en cuenta la posible posición de personas que
no están presentes o que todavía no han nacido -las generaciones futuras-. Se
considera que todas las personas son iguales en tanto personas: todas son
diferentes, únicas e irrepetibles.
-la preocupación se
focaliza en los derechos de todos, los propios y los ajenos por igual, o mejor
aun, con la debida equidad con aquellos que requieren ayuda especial. Expresa
formas de pensamiento descentradas, con aplicación de la reversibilidad -¿qué
sentiría yo si estuviera en el lugar del otro?- y de la universabilidad -¿qué
pasaría si todos hicieran lo mismo?-.
-fuerte tendencia a la
cooperación entre iguales diferenciados, tendencia a utilizar las diferencias
individuales en beneficio de todos, solidariamente.
-preocupación constante de
que sus acciones no perjudiquen a otros, aun cuando ellos no se den -o no se
puedan dar- cuenta.
-permanente respeto de las
reglas y de sus responsabilidades consecuentes, de acuerdo con el sentido de
lazo social libre y voluntariamente asumido, como necesidad personal, que no
varía si los demás no cumplen con su parte, y que no se tienta si no hay
riesgo de ser sorprendido en falta: es lo que se conoce como «coherencia
ético-moral», es decir, se actúa en consecuencia con lo que se sabe que se
debe hacer.
Es posible mostrar otras
características del modo democrático, más sutiles y complejas de describir, y
que talvez tengan relación con el precio. Pero pienso que es suficiente con las
ya dichas. Con ellas, una definición breve del precio de este modo sería:
El «precio democrático»
o «de autonomía» es aquel que se fija y/o se acepta según el modo
ético-moral del mismo nombre. Vale decir, las dos acciones están precedidas de
consideraciones respecto a los derechos y deberes de ambos participantes, los
que deciden libremente -sin coacciones de hecho o de derecho-, como iguales en
cuanto personas. Ambas partes toman en cuenta los puntos de vista de la otra,
reversiblemente, tanto como el propio: sus objetivos son obtener beneficos
mutuos y permanentes de la transacción, los que ojalá se extiendan al conjunto
de la sociedad. Tiende más a la equidad que a la igualdad exacta. Tomará en
cuenta los aspectos ecológicos, para proteger debidamente a las generaciones
venideras.
Quienes hayan leído mi
texto sobre el Poder (P) recordarán que el uso del modo democrático o de
autonomía implica ausencia de Poder: esta característica se confirma al
considerar el uso del precio democrático o de autonomía. En efecto, nadie
está aplicando Poder -en el sentido definido en (P)- cuando usan el precio
democrático, ya que tanto el que compra como el que vende toman en cuenta los
derechos y obligaciones de ambos y de posibles terceros, las circunstancias y
necesidades reales de los involucrados, todo lo cual se conjuga para beneficio
mutuo, de corto y largo plazo.
Antes de terminar esta fase
de análisis teórico, conviene destacar que la falta de un precio que
corresponda con el modo de la anomía no se debe a olvido o error. En efecto,
creo que personas y/o grupos societales que se encuentren en el período de
anomía -ausencia de reglas establecidas o reconocidas como tales-, en el
dominio económico, no están en condiciones de reconocer la necesidad de
comprar o vender, ni el valor de uso de los bienes o servicios, ni de la
propiedad de ellos que se 'traspasa', ni, menos aun, de hipotéticos precios.
Para personas o sociedades así, el precio no tiene sentido: el precio puede ser
considerado como una «regla específica del intercambio», que se establece
entre las contrapartes de acuerdo con «reglas generales del intercambio». En
la anomía -ausencia de reglas- tanto reglas como metareglas sobre el
intercambio resultan imposibles.
Pienso que la actitud
observable en los niños anómicos hacia las cosas constituye una buena
constatación de lo afirmado.
4.-
Análisis ético-moral del precio: aspectos prácticos.
De acuerdo con el plan de
trabajo ya esbozado, corresponde ahora verificar si en la práctica cotidiana
"existen" -si pueden ser detectados- los diferentes tipos de precio
deducidos y definidos teóricamente.
4.1.- La
práctica del precio de la ética primitiva.
Tal como ya he adelantado,
no es necesario recurrir a la historia para detectar usos del precio del
garrote: se siguen dando en cantidad y 'calidad' que a casi todos nos gustaría
disminuir: casi, porque debemos excluir a quienes viven y/o gozan de él.
El uso de la violencia
física para obtener cosas de los infantes, -característico de ellos y que nos
acompañará para siempre jamás-, puede ser considerado como un remanente
curioso pero de escasa significación -mirado desde 'la economía'-, y que
además persiste por un período bastante corto.
A despecho de la alarma de
las campañas de seguridad ciudadana, este precio del garrote se bate en franca
retirada. Al menos, si se lo mira en la perspectiva de la historia humana. Puede
que los índices del uso de la violencia muestren fuertes variaciones de corto
plazo (menos de 20-30 años), y que en esta escala se justifiquen las
preocupantes declaraciones acerca del "incremento sostenido de la
violencia", en especial si se refieren a la obtención de cosas.
Una fuente casi inagotable
de optimismo -en este aspecto- es la lectura del texto ya citado de Elias (PC).
Los textos tradicionales de historia, leídos desde la perspectiva de los
perdedores de cada época, también muestran progresos sustanciales. Durante
innumerables milenios vivieron muchos millones de personas que experimentaron la
terrible experiencia de ser considerados 'cosas', sujetos de intercambio de
otros, y también sometidos a cualquier capricho de sus amos, por aberrantes que
fueran: la esclavitud, talvez ya extinguida. Durante toda la antigüedad --antes
y durante la de romanos y griegos- los esclavos constituían clara mayoría, lo
que se puede afirmar sin tener que recurrir a estadísticas, inexistentes
entonces.
Elias da cuenta de un
fenómeno peculiar, que ocurre después de la caída del imperio romano (PC): la
esclavitud declina (se hace 'impopular') lentamente -al menos en Europa-, lo que
se traduce en un destino peor que la esclavitud para quienes eran vencidos por
señores o bandidos, ya que sólo valía la pena dejar con vida a los vencidos
por quienes se pudiera cobrar rescate. Todos los demás -mujeres, hombres,
ancianos y niños- 'servían' para divertirse un tiempo -destripándolos,
violándolos o como esclavos temporales-, tiempo que terminaba tan pronto como
los vencedores decidían irse. No era 'sensato' dejar vivos que más tarde
podían ser enemigos potenciales. Estos ataques o peleas no eran sucesos
esporádicos, ocurrían con escalofriante frecuencia. Cualquiera que sean las
cifras de criminalidad actuales, aun en los países menos seguros, las
diferencias son dramáticas.
Pero no es necesario
recurrir a los historiadores para dar cuenta de niveles de seguridad mucho más
bajos que los actuales, casi incomparables. Un tío me contaba de los asaltos
que sufría el tren al sur, en Los Cerrillos de Teno -a 200 km de Santiago-, muy
frecuentes, de los cuales fué víctima en un par de ocasiones. Las bandas eran
el vestigio de los famosos Pincheira, bandidos que 'gobernaron' dicha zona por
mucho tiempo, bien entrada la República. Las dos veces también le robaron el
revólver que usaba regularmente en su fundo -a 19 km de Talca-, como medida
elemental de seguridad para defender a su ganado de los cuatreros. Mi tío no
era excepción en la zona, era entonces 'lo normal'. Estamos hablando de menos
de 100 años atrás. Tal vez la mayor diferencia estribe en que, en esa época,
no había tele ni medios de difusión que les diera 'espacio' y 'cobertura':
sólo se conocían los eventos mayores, y con gran retraso. Además, por relatos
de viva voz, mucho menos 'creíbles'. Pienso que un estudio de las crónicas de
la historia reciente, centrada en este tema, podría darnos sorpresas y ponernos
en una mejor perspectiva para evaluar la situación actual.
Una muestra de los efectos
de la 'información completa e instantánea' que dan los medios de difusión
actuales puede tomarse de las ideas acerca de la seguridad ciudadana en Santiago
que tiene un colono de Cholgo, Hornopirén, carretera austral a 1300 km de
Santiago, que recogí el verano pasado. Don Carlos conoce Santiago 'por la
Tele', en tres canales, a batería, y no entiende cómo tanta gente sigue
viviendo allí, cuando no se puede salir después de las 10 de la noche sin que
lo asalten a uno, donde violan a las mujeres que se atreven a salir solas, hasta
de día claro, y en que las casas tienen que tener rejas detrás de las rejas
-"viven como presos, en sus propias casas, y yo los he visto por la
tele" dice Don Carlos- y hasta con las rejas, asaltan las casas casi todos
los años. Le asombra que los turistas que llegan -muchos de Santiago mismo,
como yo- sean tan buenas personas, y cree que se debe a que 'los malos' no salen
a turistear. Al preguntarle si allá no robaban nunca, dijo que sólo a veces,
pero que la gente era tan poca, que muy pronto se sabía quien había sido.
Además, casi siempre se trataba de afuerinos o gente borracha, que con
frecuencia terminaban por devolver las especies, para poder quedarse en el
lugar. Así que su casa -como la mayoría- no tiene chapas en las puertas, no se
necesitan. Como le caí en gracia, Don Carlos me invitó a que me trasladara a
un trozo de su terreno -a unas cuantas hectáreas con bosque para hacer la casa
y con playa para pescar, que podía pagarle como pudiera- para que no siguiera
sufriendo en un medio tan peligroso. Cuesta describir su sorpresa cuando le dije
que tenía que pensarlo.
Aun cuando las ciencias
económicas no parecen dar gran importancia a estas formas de obtención de
cosas -bienes y/o servicios-, el precio del garrote ha sido usado masiva y
persistentemente por las 'grandes' y pequeñas naciones para llegar a
constituirse en los territorios que ahora son. Las diferentes partes de la
ex-Yugoeslavia siguen embrutecidas en estos propósitos, ya por más de tres
años. Los 'apuros' de los grupos económicamente dominantes han terminado, con
alarmante frecuencia, en 'restauraciones del orden quebrantado' a garrotazo
limpio. El uso de versiones modernas del garrote no invalidan lo dicho. En
Chile, hace tan sólo 22 años.
No tengo noticias de
estudios académicos -económicos- del uso sistemático y planificado del precio
del garrote, desde el punto de vista de los que lo usan, aunque se puede
estimar, a simple vista, que quienes lo utilizan aprovechan sus ventajas
comparativas, obtienen rentabilidades y TIR altísimos -muchísimo mayores que
otros 'negocios'- aunque difíciles de pronosticar, y los riesgos que se corren
no se evalúan en dinero, salvo multas ocasionales. Algunos de sus 'cultores'
obtienen, además, gratificaciones intrínsecas, gozan del riesgo, les gusta lo
que hacen, y les da 'prestigio' en el medio en que viven. Es curiosa la
preferencia de la economía académica por otras formas de precio. Sobre todo
para los académicos que alegan que su ciencia no debe hacer consideraciones
ético-morales.
Una razón probable de este
desinterés generalizado reside en el hecho, poco destacado, de que el uso del
precio del garrote constituye una fracción muy reducida del total de
intercambios, en los países civilizados actuales. Si no fuera así, la
'economía legal' -por ponerle un nombre que la distinga de la otra-
difícilmente podría sostenerse. La confianza en que la contraparte cumplirá
con sus compromisos -dentro de rangos amplios pero considerados aceptables- es
consustancial a la operación de los sistemas económicos actuales.
Uno de los pocos ámbitos
económicos que sí se preocupa de la utilización de este precio es el negocio
de los seguros, pero también desde la perspectiva de la economía legal.
Entonces, las rigurosas y exhaustivas estadísticas se refieren a la frecuencia
de sus usos y al monto promedio involucrado, siempre mirado desde el punto de
vista del que 'vende' con este precio -más bien 'pierde'-.
Lo reducido de las primas
de seguro contra estos riesgos, tanto como la falta de interés académico en
este precio, confirman mi suposición anterior de que su uso es muy claramente
minoritario, una excepción a la regla. Tal como los cheques y otros documentos
no pagados -en sus diversas versiones- son reducidísima minoría con respecto a
los que sí se pagan. Y que la preocupación de las entidades que apoyan la
seguridad ciudadana tiende a la optimización de los indicadores.
Por todo lo dicho, me
parece muy claro que la época del precio del garrote ya pasó, que ese precio
ya no es el predominante sinó una excepción. Esto concuerda con -y confirma-
lo que postulé en mi ensayo sobre la evolución de las sociedades (SA), de la
acelerada disminución del uso del Poder primitivo, tal como lo definí en (P),
en todos los ámbitos de actividad humanos.
4.2.- La
práctica del precio autoritario o de la heteronomía.
Después de la facilidad
con que encontramos numerosos casos actuales de precios del garrote -no sólo
históricos, mucho más abundantes-, no sorprenderá la enorme cantidad y
variedad de precios en que la violencia psicológica peculiar del autoritarismo
participa, centralmente. Talvez la dificultad resida en la diferenciación de
este precio autoritario con respecto al precio individualista, tan ego o
sociocéntrico como el primero, o la distinción con el anterior -el del
garrote- cuando se da en un contexto de supremacía económica sustentada en la
dominación por medio de violencia física. Las dificultades serán todavía
mayores cuando tengamos que analizar las mezcolanzas -mucho más desordenadas
que las simples mezclas- de diferentes modos en los aspectos económicos.
4.2.1.- Un
paréntesis histórico.
Creo haber entendido -de
las lecciones de historia corrientes- que la llegada del absolutismo se
considera como el período histórico en que comienza a predominar el
autoritarismo por sobre la ética primitiva anterior: el monopolio de la
violencia -se entiende la física- por parte de un poder central libera a las
personas del reino, de la violencia de un montón de señores, y de los 'efectos
no deseados' de sus acciones -además intrínsecamente indeseables para
terceros- derivados de sus inveterados hábitos de pelearse entre ellos, pasando
a llevar a quienes se encuentren en el camino. También los defiende de los
enemigos externos, bárbaros u otros reinos. Pero el poder central que los
desplaza ¿no aplica violencia física con sus súbditos?. Eso, en general, en
todos los ámbitos de actividad. ¿Qué pasa en los ámbitos económicos?.
Mi ignorancia en historia
me obliga a recurrir a lo que afirma Elias, a lo que dice Macpherson y a lo que
sugiere Ellen Meiksins Wood, todos ellos apoyados en cantidades impresionantes
de citas de otros autores, tanto o más autorizados que ellos.[23] Con esta base, me
atrevería a decir que los reyes absolutos y los emperadores que les sucedieron,
como buenos ex-señores, no se medían mucho cuando sus intereses, gustos,
preferencias y hasta caprichos estaban de por medio. Eso de «el Estado soy yo»
no era sólo una manera de decir: el monopolio de la violencia física, del que
disponían a voluntad, estuvo siempre dispuesto a confirmarlo.
Tanto en Elias (PC) como en
Meiksins (EI) se afirma que el mercado en su versión local -'burgos', villas,
pueblos y entre campesinos- operaba inicialmente casi exclusivamente por
trueque, o, como lo decía Adam Smith: "trueque, pago en especie e
intercambio" (truck, barter and exchange) (citado en EI). La moneda
-generalmente monedas romanas antiguas- estaba reservada al comercio de larga
distancia, sólo para productos suntuarios o de lujo, sólo para nobles muy
ricos. Este comercio era posible en las costas o cerca de ellas, y requería de
'protección' o dominio de las rutas correspondientes, es decir, se basaba en la
capacidad de defenderse, físicamente, por parte del 'comerciante'.
El crecimiento de los
burgos, lento pero sostenido, apoyado en el crecimiento de la población y en
las mejoras 'técnicas', en la división del trabajo y el aumento de la
productividad inducido por la especialización, hizo crecer lentamente los
mercados locales y el Poder -económico y también primitivo- de los burgueses,
pese a la resistencia de los señores feudales, a quienes convenía más el
precio del garrote aplicado a sus siervos. Los burgos no sólo se fortificaban
para defenderse de los bárbaros o bandidos, también de los señores vecinos,
casi tan bárbaros y bandidos como los otros. Las familias señoriales -las
'casas'- que terminaron por monopolizar la fuerza bruta se apoyaron
principalmente en los burgos, únicos lugares donde podían aplicar impuestos y
tributos en dinero o en metales preciosos, indispensables para pagar sus
ejércitos. El dinero o los metales se transportan -y se esconden y defienden-
más fácilmente que los productos.
Los burgos se apoyaron en
estas casas crecientemente poderosas -en fuerza armada- para defenderse de los
bárbaros extranjeros y de los otros señores, y dichas casas emergentes
comenzaron a acuñar más y más monedas, lo que reforzó a los mercados locales
y a los burgueses ricos, los que pudieron pagar más tributos al poder central.
El poder central tuvo que mejorar los caminos para recaudar más tributos y
también para mantener a raya a bárbaros, señores y bandidos. Finalmente, ya
transformados en Reyes, para imponer los mercados locales a todos,
señores incluidos. Los burgueses se sacaron de encima a los voraces señores y
bárbaros, a cambio de la 'protección' del Rey, más lejano y que se contentaba
con dinero.
Poco dicen mis fuentes
acerca de la injerencia que los reyes tenían en la fijación de los precios. Lo
que sí está claro es que imponían el monto de los impuestos, así como parte
de las leyes que regulaban los intercambios. Si se piensa en la 'protección'
como una mercancía o servicio entregado por el poder central y los tributos
como el pago de este servicio, al menos en este 'intercambio' o 'compraventa',
el 'precio' -los tributos- los fijaba el poder central, según sus necesidades.
Aquí los costos o la productividad no tenían nada que ver. Como se trataba de
un monopolio, no se daba pié a buscar alternativas: se pagaba o se pagaba. En
caso contrario, se daba con los huesos en la cárcel, a menudo sin vuelta. Los
burgueses, como avezados comerciantes, intentaban regatear, conseguir más
plazo, pagar en especies, todo con muy poca comprensión de los recaudadores,
funcionarios y no comerciantes, apoyados por irrebatibles pelotones armados.
Como todos los inventos,
los impuestos comenzaron tímidamente, como 'aportes específicos para el
financiamiento de una guerra', también específica. No sólo se aplicó a los
burgueses, también a los señores, lo que los unió para defenderse de los
tributos. Pero el mayor poder del poder central pudo más. Luego vino otra
guerra, y las cruzadas. Si agregamos la guerra de los treinta años, y luego la
de los cien años, se comprenderá que los tributos, por más que se resistieran
los afectados, terminaron por ser permanentes. Claramente, este fue el caso de
Francia (véase PC).
Una de las formas en que se
cobraban estos tributos fue el de un porcentaje de todas las ventas que se
efectuaban en los mercados locales, también tímidamente al comienzo, para
fijarse después, también con gran resistencia de los afectados. Como los
tributos así recaudados superaban con mucho a los que podían obtener de los
señores -que pagaban tributos 'proporcionales' a sus territorios y que además
se resistían más-, el poder central 'promovió' los mercados a su modo, es
decir, los fue imponiendo y otorgando ventajas a los burgos en desmedro de los
señores. Para contentar a la nobleza -y también para dominarla- la atrajo
hacia París, dándole rentas en dinero.
Vale hacer notar que estos
«mercados locales» estaban lejos de constituir 'sociedades de mercado' -como
las actuales- sinó 'sociedades con mercado', en las que no imperaba aun la
producción capitalista (véase EI). El 'invento' de la producción capitalista
-propietarios, capitalistas y asalariados-, de sus 'sociedades de mercado', de
la 'competencia' entre los productores en el mercado, el imperio de 'la mano
invisible del mercado' y 'el libre juego de la oferta y la demanda' se los
debemos a Inglaterra.
Condiciones especiales
-demasiado largas de analizar aquí, pero que se pueden ver en EI y en los
autores que ella cita, y también en Macpherson, obras citadas- hicieron que
emergieran allí, sin proponérselo, productores capitalistas -que buscan el
lucro personal- y asalariados que trabajan para ellos, y cuyos productos son
comercializados de maneras que se asemejan, cada vez más, a los mercados
actuales.
Veremos con más detalle
-en el análisis de los precios democráticos- las implicancias que tiene el
hecho de que estos 'elementos' de la economía -para muchos, supuestamente
eternos e inevitables, verdaderas 'leyes naturales del comportamiento humano'-
sean tan inventados como el dinero, los impuestos y otros 'avances del
progreso'.
Aun cuando las condiciones
especiales antedichas se produjeron sin que nadie las buscara, forzaron
la constitución de los mercados como única salida posible para los que, de
este modo, se vieron en la obligación de entrar en ellos (EI). Tal como
ahora nos ocurre a nosotros: ¿quién puede 'salirse' del mercado, por mucho que
lo desee?. Así fue como Inglaterra forzó a Francia, y luego al resto de
Europa, entre ambas, a meterse al mercado de 'libre competencia' -del que nadie
es libre de salir-, apoyadas por la inequívoca fuerza de sus imbatibles
armadas. De Europa al resto del mundo, en poco tiempo, sólo un par de siglos.
4.2.2.-
Situación actual.
Estando ya establecido el
mercado contemporáneo -tan libre cuando lo examinan sus promotores en
condiciones ideales-, las condiciones reales y las ventajas comparativas que
cada cual usa a discreción para competir bien -para uno- hacen que una pequeña
minoría -con hartas ventajas comparativas- fije los precios según su
conveniencia, y con la única limitación que puedan imponerle posibles
competidores o el agotamiento económico y/o físico de los compradores.
Pero, ¿qué es eso que
llaman «el mercado»?. Intentaré una respuesta simple, al nivel lego de las
reflexiones previas.[24]
Lo que antes mencioné como
«mercados locales» se entiende muy claro: son los lugares en los cuales se
juntan las personas que desean vender o comprar productos, muy ocasionalmente
servicios. Son lugares físicos, en los que terminan por establecerse los
«comerciantes» -personas que compran para vender, antes llamados
'mercaderes'-, intermediarios que están permanentemente en el mercado para
'atender' a compradores y vendedores, habitualmente consumidores y productores
cuando se trata de comunidades pequeñas, otros intermediarios -también
comerciantes- en las más grandes. Parecen ser los precursores de todos los
mercados, y todavía existen, en gran cantidad, en Chile. En el sur de Chile se
les llama 'mercados particulares' a los comercios establecidos, generalmente
pequeños, que atienden a los consumidores finales, para distinguirlos de los
'mercados' corrientes -sin apellido-.
Pero ese no es el mercado
que nos preocupa: este mercado es mucho mayor, ya que abarca a TODAS las
personas, SIEMPRE y en CUALQUIER lugar en que se encuentren. La
tendencia actual es que abarque a todo el mundo; la actual 'globalización del
mercado', es decir, su mundialización.
De las frecuentes alusiones
al mercado que hacen sus partidarios especialistas, se podría deducir que el
mercado es una fuerza muy grande, casi omnipotente, muy sabia, casi
omnisapiente, omnipresente y que, por alguna misteriosa razón, produce los
mayores beneficios que son posibles para todas las personas de una
sociedad. Si alguien es perjudicado por el mercado, sólo son efectos
ocasionales y/o transitorios, o de pequeño monto, casi despreciable. Este
mercado tiene sus leyes, propias y eternas, de naturaleza semejante a las leyes
físicas más indiscutidas, como la de la gravedad, a las que no se puede burlar
impunemente, ya que se impondrán finalmente, luego de las más desastrozas
consecuencias. Tiene poderosas 'manos invisibles', que 'asignan los recursos' de
manera infalible y que responden, casi mágicamente, a la 'naturaleza
permanente' de los seres humanos. Para que se mantenga saludable y vigoroso,
basta con que se le deje LIBRE, que nadie intente intervenir en él, de ninguna
manera, basta con 'concurrir al mercado' para que 'opere': él proveerá.
¡Cuánto se parece a un dios!.
Este me parece uno de los
casos más típicos y extendidos de antropomorfización de abstracciones que
conozco -se les asigna características humanas-.
Yo creo que eso que
llamamos mercado -tanto legos como especialistas- es el conjunto de relaciones entre
personas que se refieren al aspecto económico de sus actividades. Sin
duda, una parte muy importante de las interacciones humanas pueden clasificarse
como económicas -producción, distribución y consumo de bienes y/o servicios-,
pero queda otra porción de ellas, no menos importante, que nada tienen que ver
con la economía. Todo esto, sin perjuicio de que buena parte de las primeras
estén indisolublemente ligadas a buena parte de las segundas, hasta el punto de
que unas lleguen a ser constitutivas de las otras. Más aun, las mismas
interacciones pueden ser clasificadas simultáneamente como económicas y
como de otros ámbitos: el quehacer humano es
'interdisciplinario'.
Las relaciones entre
personas muestran regularidades que, por lo general, están normadas por
especificaciones socialmente aceptadas y construidas, que toda la gente conoce y
aplica, casi siempre en rutinas no conscientes. Una porción muy pequeña de
estas normas son reconocidas explícitamente como tales, y de éstas, sólo unas
cuantas están escritas: se les conoce genéricamente como «leyes» -incluye
reglamentos y otros-. El resto, la inmensa mayoría, hábitos y costumbres de
todo tipo incluidas, conforman lo que habitualmente se considera el dominio
ético-moral, pero, en un análisis más cuidadoso, este dominio también
abarca y opera sobre las leyes: todos reconocen que, a lo menos, las leyes
están sujetas al escrutinio ético-moral.[25]
Lo que llamamos
«instituciones» sociales -en sentido amplio- son dominios de acción humanos
en los cuales rige un conjunto de reglas y pautas socialmente construídas y
aceptadas, tanto leyes como normas ético-morales -explícitas o tácitas-, las
que se van 'institucionalizando' en el proceso civilizatorio, tal como postulan
y describen Berger y Luckmann[26]: son las ideas que tienen y mantienen las personas
que las 'vivencian' acerca de las interacciones que asocian con ellas.
Nótese que la utilización
generalizada del conjunto de normas que 'da vida' a una institución puede
producirse por adopción consensual, libre y voluntaria, pero también puede ser
forzada, impuesta y tolerada, soportada o consentida, en ambos casos, con
participación consciente; por último, también se puede aprender a respetarlas
del mismo modo como se aprende a respetar regularidades tales como el cambio
noche- día-noche... y otros semejantes -como se aprende un lenguaje-,
participando en rutinas no conscientes, aprendiendo cómo es el
mundo en que vivimos, como las reglas de un juego que todos juegan y que había
comenzado mucho antes de que llegáramos.
Las constantes
modificaciones y adaptaciones que alteran las reglas en la evolución de las
instituciones también pueden ser producidas por imposición, por consenso o por
indiferencia -conscientes-, o por 'aprendizaje' de los que se incorporan al
juego -no conscientes del cambio-. Es decir, la creación y evolución de las
instituciones puede producirse usando la ética primitiva, el autoritarismo, el
individualismo o el modo democrático, tanto si nos damos cuenta del modo usado
como si no. Los efectos sociales del uso predominante de cada uno de los
modos -extraordinariamente diferentes- se harán patentes en cada período
considerado.
A mi juicio, es muy útil
distinguir los modos ético-morales predominantes en los procesos
de institucionalización, así como los que predominan en las sucesivas y
permanentes modificaciones que experimentan en su evolución y, especialmente,
en su vivencia real actual. Asunto que, tomado en globo, es tan interesante como
largo de analizar, por lo que quedará necesariamente pendiente. Por lo tanto,
me limitaré a continuarlo, pero sólo para algunas de las 'instituciones
económicas': las que estamos viendo.
Pareciera que el lento y
relativamente reciente proceso que ha dado vida a las instituciones que
constituyen 'el mercado' -proceso impuesto, como hemos visto-, ha dejado
sistemáticamente las manos libres para imponer los precios a los que
disponen de mayores 'ventajas comparativas', las que casi siempre consisten en
la posesión de grandes cantidades de dinero -o cosas convertibles en dinero-,
también conocidas como 'el capital'. Como si 'mercado libre' implicara la
libertad de los capitalistas dominantes para competir entre ellos, para lograr
la imposición de sus condiciones en el mercado; una competencia en la que
'participan' sin libertad -y pasivamente, casi en calidad de víctimas- los 'no
capitalistas' o los 'capitalistas menores'. El cuadro se repite para diferentes
niveles decrecientes, los 'sectores' o submercados, en los que imperan los
capitalistas de monta decreciente, con una sola constante: la peculiar
'participación' ya descrita, reservada para los 'no capitalistas'. Los
delincuentes -los que usan todavía el precio del garrote- llaman «giles» -que
es sinónimo de 'tontos'- a sus 'clientes' o 'consumidores', la parte de su
'mercado' con quienes 'operan', ya que 'compiten' con otros delincuentes de su
'especialidad'. Curiosas las similitudes.
Cuando un vendedor consigue
condiciones de monopolio o de oligopolio -unos pocos vendedores concertados-,
condición que se conoce como «de mercado cautivo», el límite al precio lo
establece el agotamiento de la demanda -los compradores no tienen más dinero
disponible para ese producto-. Los casos reales en los que se produce esta
condición son numerosísimos: los productos patentados -como la mayoría de los
fármacos, bebidas, figuras 'famosas', etc.-, aquellos que requieren de
instalaciones muy grandes -como el acero, el cemento, los electrodomésticos,
etc.- o de instalaciones muy especializadas -como laboratorios fotográficos,
reparación de electrodomésticos, etc.-, servicios domiciliarios asignados por
concesión -como agua, gas, electricidad, etc.-, para nombrar sólo algunos
ejemplos de una enorme gama.
Ejemplo muy conocido es el
de los productos farmacéuticos registrados -patentados-, en los cuales el costo
de la sustancia activa suele multiplicarse por factores muy altos -10, 100, 1000
o aun más-, con límites que sólo dependen de la ambición de sus
propietarios.
También existen numerosos
mercados cautivos de compra, pocos y grandes poderes compradores que adquieren
sus productos a muchos productores más 'pequeños' -molinos, conserveras,
exportadoras, procesadoras de leche, etc.-, quienes imponen precios, controles,
normas y 'castigos', cuyo único límite parece ser el que los productores
puedan seguir produciendo, con utilidades que tienden a cero a medida que crece
el número de ofertantes o disminuye el de demandantes: una versión poco
estudiada de la ley de la oferta y la demanda, ya que no tiene relación con lo
que ocurra con la oferta y demanda de los productos.
Este es el tipo de
compraventa en que es más clara la imposición unilateral del precio y
de las condiciones anexas a él: 'cautivo' es un calificativo usado en sus
acepciones más duras, 'prisionero' y casi 'esclavo'. Pero no es el único tipo
en que la imposición existe.
En las economías de libre
mercado, lo habitual es que los capitalistas que venden -y/o que producen-
impongan sus precios en desmedro de los que compran -generalmente los que
consumen, al menos en la última compra-. La única herramienta que deja 'el
mercado' a quienes compran-consumen es dejar de comprar si el precio no les
parece correcto, o comprarle a otro. Al 'mercado' no le importa lo que le pase
al consumidor si no encuentra otro vendedor a buen precio y de acceso fácil y
si lo que quiere comprar es de imperiosa necesidad para él, de modo tal que no
dispone de tiempo o medios para regatear o 'vitrinear'. Por otra parte, de poco
puede servir el no comprar si los vendedores persisten en mantener altos los
precios cuando los productos llenan necesidades importantes y/o urgentes: los
consumidores se verán en la obligación de aceptar las alzas, casi de
inmediato, como lo demuestra repetidamente el presente y la historia económica.
Cuando la situación se
invierte, y los que compran son los capitalistas, también 'el mercado' los
favorece, tal como ocurre en casos de mono u oligopolio; también quedan en
condiciones para imponer unilateralmente el precio. Un caso especial es
el de la 'compra de trabajo', tan especial que creo se merece artículo aparte,
tanto por sus complejidades como por sus múltiples implicancias.
Los 'mecanismos de mercado'
usados para tales imposiciones es una muy variada gama de recursos, los que casi
siempre están reservados por su alto costo a quienes 'trabajan en grande': los
consabidos capitalistas. Sólo mencionaré un par, a modo de ejemplo, pero hay
muchos más.
El más evidente es el
'marketing', nombre que se usa mucho más que su traducción al castellano:
'mercadeo'. Su Poder autoritario -en el sentido expresado en (P)- llega a tales
niveles que muchos infantes pueden decir el nombre de una gaseosa casi
simultáneamente a 'mamá' o papá', y antes que sus nombres propios. Claro que
para tal hazaña se requiere una campaña 'a todo dar' y permanente, para 'no
perder la imagen de marca'. De ahí en adelante, se comprende que tantas
personas hayan olvidado -o nunca conocido- el agradable sabor del agua -la de la
llave o potable- y la cara de extrañeza que ponen cuando uno la pide en un
restorán.
La 'potencia' de esta
herramienta reúne casi todas las acepciones de Poder autoritario mencionadas en
(P): capacidad de obligar, mandar, influir, manejar, gobernar, someter, dominar,
conducir, seducir, persuadir, engañar y regentar a otras personas, con o sin
que se den cuenta de ello. Su mayor 'gracia' es que, por lo general, las
personas corrientes no se dan cuenta de estar siendo manipuladas por el
marketing, el que consigue 'inducir' gustos, preferencias, deseos y hasta
necesidades en ellas, 'valores' que operarán desde dentro de ellas mismas, en
rutinas no conscientes. Los sesudos estudios que se dedican a esta 'maravilla'
consustancial al 'libre' mercado demuestran que es más efectiva mientras más
ignorante es el destinatario. Es decir, afecta más a la gente más indefensa,
los más jóvenes y los más pobres: son también los más numerosos -la parte
más sustanciosa del mercado-, otra 'gracia' del marketing y sus 'herramientas'.
Cada cierto tiempo, los
expertos en marketing detectan que sus herramientas empiezan a perder eficacia,
y que crece el número de personas que desconfía de los plañideros llamados de
la propaganda. Entonces, las agrupaciones de anunciantes emprenden 'campañas'
para mejorar la imagen del marketing -es un 'marketing del marketing', un
'metamarketing'-, prometen que ellos mismos cuidan la eticidad de la publicidad
-afirmación desmentida por la realidad circundante, con lo que la misma
campaña se torna mentirosa, sin que ellos 'se den cuenta' ni se
'autocorrijan'-, aseguran que si no fuera por la publicidad el mundo sería
oscuro y la gente no sabría qué comprar ni dónde, sin más argumento que la
repetición agobiante, el tono meloso, seguro y seductor, siguiendo la
recomendación de Goebbels: "repite, repite, que algo queda".
En la campaña que
actualmente se desarrolla en Chile, se atreven a afirmar que la cultura
-personificada por un cantante de ópera muy marketeado- "sería
desconocido si no fuera por la televisión, la radio y las publicaciones
escritas": ¿qué porcentaje de su 'espacio' dedican los medios a la
difusión de las artes y la cultura de verdad?. Es curioso que los buenos
artistas comiencen, por lo general, en ambientes 'underground', y que 'surjan' a
los medios después de hacerse conocidos en esos medios, donde siempre hay
empresarios 'descubriendo' nuevas figuras, que entran de esta manera a los
circuitos 'oficiales': allí se les marketea como corresponde para que de veras
triunfen: es decir, se hagan millonarios. La comisión de ética no se ha
enterado de esta campaña, o no considera que se esté faltando a la verdad. Muy
ético.
Otro recurso de los
capitalistas que 'concurren libremente' al mercado es la combinación de leyes
-elaboradas por ellos o con su consentimiento- con las 'condiciones de escala'.
Poco reconocido como tal y menos mencionado, este recurso consiste en las
dificultades que encuentra una persona cualquiera -no capitalista- para obtener
el respeto de sus derechos atropellados por capitalistas en su 'libre
concurrencia' al mercado. Cuando esto ocurre, la 'pérdida' de cada consumidor
es pequeña, de monto tan reducido que resulta 'antieconómico' recurrir a las
leyes que podrían protegerlo. Si el consumidor insiste en reclamar a su costa
-no aplica la 'lógica del mercado'-, le costará encontrar un abogado que le
represente -el litigio no será 'económicamente viable'-, a menos que gaste
mucho más que lo que pierde al olvidarse del asunto. El capitalista demandado
dispone de abogados regiamente pagados, a tiempo completo, financiados con el
volumen de muchas 'pequeñas trampitas', todas pequeñas, pero que sumadas
millones de veces reúnen fortunas. Las organizaciones de consumidores apenas
consiguen sobrevivir juntando los esfuerzos de los consumidores de algunos
grandes monopolios, pero sin ayudas oficiales, sin apoyo de los medios
-propiedad de o comprometidos con los grandes capitales-.
En Chile, no existen
límites legales -fijados por ley- para el monto de la utilidad capitalista,
salvo para un producto muy especial: el interés cobrado por prestar dinero.
Pasado ese límite, el interés se transforma en usura y es penado por la ley.[27]
¿Cual es ese límite máximo?: muy pocos saben que existe, menos aun cuál es.
Yo estoy entre los segundos. Los que prestan dinero con usura conocen maneras de
disfrazar los excesos sin que los que recurren a ellos -generalmente en
situaciones de necesidad extrema- puedan demostrar o reclamar después. Los
usureros -que hoy abundan- también cuentan con las 'ventajas de escala' aliadas
con la legislación vigente.
Otra forma de precio que
resulta 'impuesto', en la práctica cotidiana, es el precio de los servicios que
entrega el estado, es decir, los impuestos. Vale la redundancia. ¿Será que se
llaman así precísamente porque se imponen?. Se me dirá que se fijan
democráticamente, por los parlamentos elegidos por todos: tienen un origen
democrático. Sin embargo, este origen no basta para que su realización sea
también democrática, justa y no arbitraria. Pero es un secreto a voces
que quienes disponen de grandes capitales -los consabidos capitalistas- cuentan
con organizaciones completas destinadas a la evasión sistemática de los
impuestos, con profesionales cuya capacidad se valora en relación directa a su
habilidad para evadirlos: la mayoría de los 'expertos tributarios'. Tanto es
así que dicha 'capacitación' ha comenzado a permearse a las universidades que
compiten por 'el mercado' de la enseñanza, algunas de las cuales, al parecer,
preparan profesionales para lo que dicho mercado pide: especialistas en evadir.
No se explica de otro modo el reclamo público de un profesor universitario:
"No puede ser que se acepte que un Contador Auditor es bueno en la medida
en que logra rebajar el pago de impuestos de su empresa".[28]
La legislación tributaria,
al menos en Chile, deja en manos de los servicios respectivos la determinación
del monto de los impuestos, de acuerdo con reglamentaciones específicas, pero
además, en algunos casos, también de las multas que deben pagar los
contribuyentes y las situaciones que las ameritan. Años atrás, me tocó pagar,
en un término de giro, una multa por pago atrasado: el atraso se debió a que el
mismo servicio se tomó un par de meses en determinar el monto que debía
pagar -son los únicos habilitados para dicha determinación-, 'razón' por la
cual se me aplicó la multa por los dos meses de 'atraso', tal como dice el
reglamento a la letra en otras partes. Otra demostración de que el origen
democrático de las leyes tributarias no implica ni garantiza su aplicación
democrática; ésta depende de la forma -modo ético-moral- con que los
funcionarios la aplican.
Otra forma de imposición
arbitraria de precios es el abuso que cometen algunos profesionales en el
ejercicio de sus labores. Los que acuden a ellos, por lo general, no están en
condiciones de evaluar si el precio que cobran es o no justo. Más aun, tampoco
pueden evaluar si sus diagnósticos y prescripciones son las más adecuadas, si
emplearon los recursos que cobran, si debían emplearse. Algunas profesiones
cuentan con tribunales de ética, propios, en general de acceso bastante
difícil. No es raro que los abusos de profesionales sean frecuentes, ya que
tanto las profesiones que tienen comisiones de ética como las que no, adolecen
de falta de capacitación específica en el respeto de reglas éticas en las
instituciones que las enseñan. Quien piense que exagero, que revise la
categórica opinión de un experto en educación universitaria, el Prof.
Gyarmati.[29]
Pienso que los casos
citados, sólo una pequeña parte del enorme total, es suficiente evidencia para
justificar la afirmación de que existen y persisten los precios autoritarios en
las sociedades de 'libre' mercado. También para confirmar que 'libre' es sólo
un título engañoso, ya que esta característica está reservada para quienes
compiten, el selecto y muy minoritario grupo de los capitalistas.
4.3.- La
práctica del precio individualista.
La distinción de un precio
individualista con respecto al autoritario puede ser una tarea mayor.
Principalmente porque sus efectos pueden considerarse idénticos, o casi
indistinguibles. Con todo, si buscamos en las motivaciones o justificaciones de
quienes los usan -los precios sólo existen cuando los usan personas-[30],
talvez podamos encontrar algunas diferencias.
Puede que las
características chauvinistas de los capitalistas autoritarios -de antiguo
cuño-, negativas para la colaboración entre zonas ricas y zonas pobres,
sirvieran para que estos promovieran la producción nacional y pusieran ciertas
trabas a la importación indiscriminada y masiva, con lo que conseguían evitar
la competencia extranjera -cuidando su mono u oligopolio- pero de paso, y casi
sin querer, manteniendo niveles de empleo más elevados, así como más
permanentes. Es claro que un capitalista individualista -mucho más 'flexible'-
considerará como una tontera no importar lo que sea si es más barato que
producirlo. Sobre todo si eso es un buen negocio para él. Lo que ocurra con los
que producían esos bienes, no le importa ni le interesa: ese es un problema
'ajeno', de otros.
Por iguales razones, los
capitalistas individualistas no trepidan en 'exportar' capitales si encuentran
mejores 'mercados'. Otra vez, lo que ocurra con sus conciudadanos no les
incumbe. Y no se trata de que vayan a colaborar con los necesitados de otros
países, sólo van detrás del mejor negocio. El individualismo en la economía
resulta fundamental para promover y hasta posibilitar la mundialización de la
economía.
Quienes comercien con
individualistas podrán distinguirlos de los autoritarios porque los primeros
resultan mucho más flexibles, pero eso tiene sus desventajas cuando se requiere
de ellos ayudas fundadas en una larga relación comercial: para un
individualista, cada negocio es un asunto separado de los anteriores, y por lo
tanto, debe rendir frutos separados, independientes unos de otros. Por lo tanto,
la historia no cuenta, y privilegiará las alternativas que maximicen su
utilidad actual, olvidándose de las anteriores. No 'posa' de buena
gente, como los autoritarios -también paternalistas-, es más 'cara dura' y no
acepta 'agradecer' los negocios anteriores sacrificando sus utilidades
presentes. Optará por la mejor alternativa, sin preocuparse por su 'antiguo'
cliente: sus relaciones tenderán a ser mucho más impersonales, más
'calculadoras': en resumen, más individualistas. Entre ellos, las prefieren
así aun cuando puedan salir eventualmente perjudicados, porque se 'comprometen'
menos, no le deben nada a nadie, cada cual se las arregla solo, como pueda.
A diferencia de los
capitalistas autoritarios, muy rígidos y conservadores en la observación de
las reglas del juego, los individualistas son extraordinariamente creativos,
siempre están buscando -y encontrando- nuevas maneras de hacer nuevos negocios,
lo que a menudo implica 'saltarse' normas antiquísimas de este mundo mercantil,
que depende tanto de la confianza mutua. En especial si dichas normas no son
'legales', es decir, no son leyes específicas o son de muy difícil
comprobación.
Quienes no conozcan el
actual mundo de los negocios, o no sean individualistas en este ambito de
actividad, pueden tener dificultades para traducir a la realidad lo
antedicho. Aquí van algunos botones de muestra.
Al negociar, una de las
contrapartes hace una 'oferta', ya sea para comprar o para vender. Especifica la
cosa, los plazos -de entrega y de pago-, las calidades, la forma de despacho,
entre otras, y los precios: el precio tiene sentido en el contexto completo en
que se efectúa la compraventa, y es bastante más complejo que el simple valor
en dinero. Una de las especificaciones es la duración de la oferta, el plazo en
que dicha oferta es válida, de gran importancia cuando el contexto es de
inflación alta. Si es muy alta, se agregan cláusulas de reajuste. Aun así, el
plazo de validez tiene importancia porque el que espera respuesta tiene que
reservar las cosas o el dinero para realizar la operación. Por eso 'se usa'
responder 'por sí o por no' al más breve plazo posible, ojalá sin esperar el
vencimiento de la oferta. Un buen individualista responderá sólo si le
conviene, y si también le conviene, dilatará la respuesta más allá del plazo
convenido, 'engatusando' a la contraparte con mentirillas no demostrables
legalmente. Si la contraparte pierde oportunidades o dinero con la espera, al
individualista le importa un comino, porque no es delito, es decir, no
será castigado por las leyes: eso no está contemplado en ellas,
específicamente.
Lo dicho para la vigencia
de la oferta puede ser usado para el plazo de entrega o el de pago, o cualquiera
otra condición. Ante reclamos, aducirá 'razones' típicamente individualistas:
no le pago porque no tengo dinero -¿porqué se comprometió si no lo tenía?-,
no le entrego las cosas porque no hemos terminado de hacerlas -¿porqué se
comprometió si no tenía la seguridad?-, no hemos terminado de hacerlas porque
nos llegó otro negocio mucho mejor -¿porqué tomó otro compromiso si tenía
éste antes?-, o, muy frecuente, le vendí a otro cliente que después me
ofreció mejor precio -¿sin respetar su compromiso previo, y sin avisar
siquiera?-. Otra versión del último caso, al revés: le compré a otro
proveedor que me ofreció después mejor precio o mejor plazo de entrega
-iguales observaciones-. El individualista llega al extremo de venderle a otro
cliente artículos que ya estaban pagados, por adelantado o con
anticipos, y que, por lo mismo, podían ser considerados como de propiedad
-total o parcial- del primer comprador al momento de la venta: vende cosas que
ya no son suyas. Es típico de este modo su aversión al -y su falta de-
compromiso.
Esta forma 'novedosa' de
hacer negocios suele ser muy alabada por un capitalista autoritario si quien los
hace es uno de sus empleados, y le favorecen: a lo más, arriscará la nariz,
pidiendo que se tenga cuidado con los riesgos que se corren. Pero se
embolsicará las utilidades sin asco, mientras más grandes mejor. Pero cuando
resultan perjudicados por las 'hábiles maniobras' de ejecutivos o capitalistas
individualistas, entonces se indignan, sin poder entender cómo estas personas
pueden faltar a su palabra de tal manera. En la actualidad, estas jugarretas se
consideran como parte de los riesgos normales de los negocios, ante las cuales
más vale estar preparados: como la mejor defensa es un buen ataque -la guerra
en el ámbito económico-, triunfa más y mejor quien la hace primero -el que
pega primero pega dos veces, para seguir belicosos-.
El gerente general de mi
primer trabajo -cuando egresé de la universidad- fué uno de los precursores de
estas hábiles 'pillerías'. De carrera meteórica, era conocido entre los
industriales de aquella época –1967 a 1968- como 'El gitano': este alias
despectivo escondía encontrados sentimientos de admiración -por su temeridad y
su éxito-, de temor -por los daños que podía causar al ser cabeza de una de
las más grandes empresas de electrodomésticos- y de desprecio -por su baja
calidad moral-. Su éxito alcanza hoy niveles internacionales.
La mayoría de los patrones
autoritarios que he conocido tenían y tienen como gran orgullo el pagar siempre
a tiempo los jornales 'a su gente' -una condición integrante del precio del
trabajo-; aunque muchas veces fuera expresión de paternalismo, para dominar
mejor, ciertamente protege bastante a los trabajadores, dándoles seguridad. Los
individualistas inauguraron los pagos parciales o postergados 'por falta de
fondos' o por razones banales e injustificables: 'no sacamos el dinero a
tiempo', 'los cheques no se alcanzaron a firmar', etc.. Todo esto simultáneo
con gastos muy grandes en otros 'negocios' o 'inversiones' más rentables y la
rigurosa cancelación de sus emolumentos y granjerías, siempre muy
considerables. El caso se repite para leyes sociales -obligatorias por ley- y
otros emolumentos.
¿Qué es lo que están
haciendo los 'hábiles' ejecutivos individualistas que incurren en estos tipos
de conducta?. Simplemente, explicarán muy afablemente, aprovechando sus
ventajas comparativas, las oportunidades que brinda el libre mercado: si todos
hicieran lo mismo que ellos, piensan, el mundo progresaría mucho más y más
rápidamente.
No estoy afirmando que las
trampitas antedichas fueran 'inventadas' por los individualistas, creo que
también las hacían algunos de los autoritarios, pero esa no era, como ahora,
'la norma', lo que casi todo el mundo se siente autorizado a hacer. Además, las
'razones' o justificaciones de unos y otros son muy distintas. Para los
autoritarios -en estos ámbitos de actividad- la arbitrariedad es parte de sus
derechos, que incluyen el fijar las reglas -¿porqué no también cambiarlas?- y
les sirve para reforzar su autoridad: aplican el dicho "autoridad que no
abusa pierde su poder". Y no se saca nada con reclamarles, porque nunca
aceptarán que se equivocan -sería signo de debilidad-. En cambio, los
individualistas lo hacen 'sin querer', sin dobles intenciones, sólo por su
incapacidad de hacer consideraciones sociales. A ellos, si les reclaman -y les
insisten bastante- pueden reconocer su 'error' y entonces ¡negociar!, hasta
pueden dar marcha atrás: no temen aceptar que se equivocan también -pero
poco-.
Esta generalización del
uso del resquicio legal y del 'estruje' de la ley la debemos -¿o nos la deben?-
los individualistas, con su falta de consideración por lo que les pase a otros,
a su 'flexibilidad' y creatividad para 'reinterpretar' las reglas vigentes de
maneras que les resultan tan convenientes, al filo de la legalidad o a salvo de
ser descubiertos o legalmente castigados, probablemente incentivados por su
placer por el riesgo propio -sin que se les ocurra tomar en cuenta que
involucran a otros-.
Los individualistas han
'agilizado' la concentración del capital a niveles que no soñaron los más
optimistas de los autoritarios -apegados rígidamente a las normas hasta la
literalidad-, aumentando el tamaño y alcance de sus 'negocios' hasta
posibilitar la globalización de las economías. Esas mismas características,
unidas a sus capacidades de aprender entendiendo y del desprecio por las
consecuencias -ambas habilidades son partes de una especie de 'autonomía
asocial'- les permiten 'inventar' negocios y entender abstrusas y
complicadísimas formas de realizarlos, usando los medios más sofisticados y
complejos, los que no tienen misterios para ellos.
Si el mercado -el
denominado 'libre'- surgió de condiciones especiales que nadie buscó o
fabricó, su generalización fue obligada, forzada y violentada por personas
fuertemente autoritarias, a quienes les venía como anillo al dedo para
incrementar enormemente sus Poderes autoritarios (P), y al mismo tiempo,
disminuyendo los riesgos de caer en manos de las que todavía usaban la ética
primitiva, todo esto a volúmenes y niveles entonces inéditos, antes ni
siquiera imaginados. Encontraron la forma más eficiente para dominar mejor y
con el menor esfuerzo a siempre crecientes cantidades de otras personas.
Pero el surgimiento de
grandes cantidades de personas individualistas ha logrado que el neoliberalismo
-una forma más individualista de entender la economía que los capitalismos
tradicionales, sus antecesores[31]- supere los logros obtenidos por los predecesores
autoritarios al punto de hacerlos palidecer y disminuir hasta el ridículo. Han
creado formas de 'liberar' el mercado que les permite dominar a masas cada vez
más grandes -también a niveles mundiales- de personas, en beneficio de grupos
cada vez más reducidos y más ricos: capitalistas individualistas.
Obviamente, no estoy
planteando el absurdo de que sean los modos ético-morales mencionados 'las
causas' del libre mercado tradicional ni del mercado libre neoliberal,
entendidas como 'las únicas', y ni siquiera como 'las principales'. Creo que
los fenómenos sociales son multicausados, multi-interconectados y
multi-inter-sinergizados, tanto como multi-inter-trans-disciplinarios, y que la
existencia y uso de dichos modos es una de las tantísimas condiciones
necesarias para que estos fenómenos hayan tenido y tengan lugar, aquí -y en
casi todo el mundo- y ahora.
Por otra parte, tampoco
creo que estos modos sean condiciones accesorias o de escasa importancia: la
universalidad y inevitabilidad del uso de la función ético-moral como función
psicológica socializadora de los seres humanos -tan universal e inevitable como
las otras funciones psicológicas básicas, tales como el emocionar, el razonar,
el percibir, el recordar y el imaginar, el desear, el necesitar y otras
igualmente básicas- me lleva a pensar que omitir su consideración conduce a
explicaciones del pasado, del presente y del futuro probable o deseable,
que serán truncas, incompletas y, por lo mismo, engañosas. Nuestra capacidad
de adaptación.[32] a circunstancias siempre cambiantes depende fundamentalmente de
las explicaciones que construímos permanentemente de cómo son y han ocurrido
las cosas. Estas condicionan nuestro actuar y todas nuestras funciones
psicológicas, las básicas y las complejas, las que sólo nos son útiles en el
contexto -también siempre cambiante- de esas explicaciones. Las que he llamado
en otras partes nuestras «construcciones paradigmáticas».[33]
Pienso que todas
las teorías -las científicas, como las que estudia Kuhn, y de las otras, como
la creencia en el diablo o en el horóscopo, o como la forma de saludar que es
correcta- son equivalentes a pensares, y también, lógicamente, a la inversa.
Mi teoría es -pienso- que los seres humanos para poder vivir necesitamos ideas
-o teorías, o pensares- acerca de las 'cosas' que nos rodean y en las que
vivimos inmersos, 'cosas' que pueden ser físicas o 'psicológicas' -como las
funciones psicológicas que hemos experimentado en relación a cosas o sucesos,
incluídas acciones ejecutadas 'sólo' con el cuerpo-, o 'sociopsicológicas'
-como las instituciones de Berger y Luckmann-. Para todas las cosas, para todo
lo que hacemos. Con la salvedad -talvez- de unas cuantas sensaciones internas,
como el dolor de muelas, que nadie necesitó explicarme: sólo me dijeron como
se "llamaba" eso que yo estaba sintiendo.
Las ideas que mantenemos
acerca de las cosas constituyen nuestra manera de "apropiarnos" o
construir el mundo en que vivimos, y son esas ideas las que nos permiten no
sólo entenderlo, también percibirlo, sentir emociones, organizar nuestros
deseos, intereses, gustos y necesidades, y finalmente, actuar. Las he llamado
"construcciones paradigmáticas", porque las construimos y porque son
paradigmas de una realidad a la que sólo podemos acceder a través de ellas.
Cuando un grupo
considerable de personas adopta y acepta una cierta manera recurrente de
elaborar, interpretar y usar las reglas de convivencia -los modos ético-morales
descubiertos por Piaget-, y con las reglas así elaboradas conduce su propia
vida y también, de manera importante, la de quienes conviven con ellas, su modo
ético-moral puede llegar a ser predominante, si se extiende lo suficiente para
eso. Otras personas, talvez en modos más primitivos en estos ámbitos de
actividad, pueden 'aprender' el modo nuevo, probablemente por mimésis[34], tal como
se aprenden y modifican los idiomas corrientes -también los 'gestuales' y otros
poco reconocidos como tales-, alentadas por los 'éxitos' de quienes ya lo usan.
El individualismo presenta
características muy favorables para expandirse muy rápidamente. Una vez
aceptado y entendido que 'todo es relativo' vale también para las reglas de
convivencia -las normas ético- morales-, que dichas pautas de conducta no son
eternas ni inmutables ni sagradas -como piensan y sienten las personas
autoritarias-, que tienen un sentido y un objetivo claramente determinado y
distinguible -regular la convivencia-, que abusan quienes se arrogan el derecho
a dictarlas e imponerlas arbitrariamente por sí mismos o en representación de
autoridades aun más importantes que ellos -como aceptan y hasta necesitan
las personas autoritarias-, y que cada cual puede y debe opinar en la creación,
modificación, interpretación y utilización de ellas, usando su análisis
crítico propio, entonces se ha completado el paso desde el autoritarismo al
individualismo. Para el paso al modo democrático se necesitan aun otros
cambios, mucho más complejos y mucho más difíciles.
En la descripción, donde
seguramente se me han escapado muchas características, parece ser un proceso
muy complicado y arduo de lograr. Para muchas personas que ya han pasado la
adolescencia y que aun operan en la heteronomía o autoritarismo -en uno o
varios ámbitos de actividad- y que además viven sujetos a un medio social
fuertemente autoritario -sean dominantes o sumisos, da lo mismo-, el paso les
resulta más que dificultoso, simplemente imposible: no lo darán nunca, si se
mantienen las condiciones del medio social.
Pero a los adolescentes que
viven en medios sociales en que abunda el individualismo les brota tan
espontánea y fácilmente como a los niños alemanes en Alemania el hablar
alemán. Eso, en los ámbitos de actividad en que se da dicha preponderancia.
Aunque pareciera que las potencialidades son tan grandes en esta etapa de la
vida que basta con que se dé alguna presencia de individualismo en el medio
para que se esparza como muchos regueros de pólvora. Como los mismos lolos
dicen, 'es la papa' (superfácil). Los medios universitarios actuales que
conozco son todos semilleros de individualismo: el resto de la sociedad sigue
estos prestigiados ejemplos con enorme facilidad.
Otra probable razón por la
cual el individualismo crece cada vez más es la facilidad y falta de conflicto
con que las personas individualistas se relacionan con las autoritarias:
obviamente, aprovechando sus 'ventajas comparativas'. Como no se preocupan de
los demás, muestran su punto de vista, defienden sus posiciones argumentando
muy bien, y si los otros aceptan autoritaria y sumisamente, con las dificultades
que les impone la rigidez autoritaria, se aprovecharán de las circunstancias
sin sombra de inquietud, mucho menos de culpa -casi desconocida para ellas-. Y
todos contentos. Incluidos los que pierden.
Es un caso en que cabría
la denominación de «individualismo dominante», más por los efectos que por
la intención de dominar, generalmente ausente en el individualismo. Explicará,
si le preguntan, que él no ha dominado a nadie, es el otro el que se puso en
posición sumisa, y que eso es problema del otro, que no será él quien ande
tratando de convencer a los demás -tal como no le gusta que traten de
convencerlo a él, cada cual debe convencerse solo-. Es posible que esta
posición de magnánima prescindencia -de discutible respeto por los otros-
ejerza en los demás una seducción difícil de resistir, si están cerca de
aceptar sus postulados.
Con las personas
autoritarias dominantes, las individualistas prefieren no discutir, se limitan a
exponer una vez sus opiniones, y si el otro no quiere escuchar, es
problema de él. Las personas individualistas actuarán después como dijeron
que lo harían, con lo que suelen despertar las iras de las autoritarias cuando
los efectos son perjudiciales para ellas, pero también su tácita y talvez
ceñuda aprobación -aprobación al fin-, puesto que los resultados
-especialmente los materiales, mejor aun en dinero- son más importantes que las
intenciones o los medios usados, para los autoritarios.
Dado este conjunto de
características y circunstancias -más otras tantas que seguramente se me
escapan-, las que actúan en conjunto y sinergizándose entre sí,
recursivamente, ¿qué tiene de raro que el «capitalismo autoritario»
haya sido superado súbitamente por el «capitalismo individualista»,
hoy en día predominante, exitosamente triunfante?.
Considero que, con lo ya
dicho, queda debidamente demostrado que existe, en la práctica actual y desde
hace ya un buen tiempo, un precio que puede llamarse individualista, claramente
distinguible del autoritario, al punto de que, junto a otros factores, da cuerpo
a una forma de capitalismo que también merece apellido: individualista.
El hecho de que siga
coexistiendo el precio autoritario -aparecido antes- con este precio
individualista, claramente predominante hoy, es sólo otra demostración del uso
en mezclas de los modos ético-morales, aplicados en este caso a los ámbitos de
actividad económicos. Además, ambos coexisten con el primero de los vistos, el
de la ética primitiva o del garrote, tal como vimos antes. Y también con
formas precapitalistas de intercambio.
4.4.- La
práctica del precio democrático.
Muchos se preguntarán si
hay espacio para la práctica del precio democrático en el panorama presente,
aparentemente copado por los tres anteriores. Por extraño que parezca, hay
bastantes ejemplos, además, de notable antigüedad.
Probablemente, esta forma
de precio precede a todas las ya descritas: madres y padres proveían -gratuitamente-
a sus retoños. También es probable que compartieran entre ellos sus
provisiones, así como entre hermanos, sin cobrarse nada. Y que usaran la
equidad -más para el más necesitado-. Y la solidaridad en casos de desastres
naturales -los artificiales se inventaron después, al inicio de la
civilización: en un comienzo, las tribus vecinas eran predadores tan naturales
como los otros-. Estas formas de 'precio' solidario, con equidad, siguen
dándose mayoritariamente en los medios familiares, al menos cuando los niños
son pequeños. También persisten en no pocas familias extendidas, de acuerdo
con la antigua norma de 'no se hacen negocios con la familia: se le ayuda'.
En cualquier caso, dejando
las conjeturas a un lado, tengo noticias confiables de que estaba presente ya en
los antiquísimos mercados locales. Mi fuente (EI) cita a Karl Polanyi,
antropólogo e historiador económico, autor de la ya clásica "La gran
transformación", publicada en 1944. Yo cito ahora a (EI):
"Su tesis principal
(la del libro de Polanyi) consiste en que, antes del período moderno, la
búsqueda del lucro individual no fue nunca el principio dominante de la vida
económica, y que debe hacerse una distinción rigurosa entre las sociedades
con mercado, que han existido a lo largo de la historia, y lo que se llama "sociedad
de mercado". En todas las sociedades anteriores, las relaciones y las
prácticas "económicas" estaban "incorporadas" o inmersas
en relaciones sociales extra-económicas, familiares, religiosas o políticas.
Existían otras motivaciones, además del lucro o la ganancia material, como la
obtención de una calidad o estatuto, el logro de prestigio o la obligación
de solidaridad comunitaria; otros mecanismos, diferentes del intercambio
mercantil, reglaban la organización de la economía, en especial los principios
llamados de "reciprocidad" y de "redistribución"."
"Polanyi ha
cuestionado directamente los postulados de Adam Smith en cuanto a la existencia
de un homo oeconomicus y su propensión natural al trueque, al pago en
especie y al intercambio mercantil, mostrando que esa "propensión"
nunca tuvo, ni siquiera en la época de Smith, el rol dominante que le atribuye,
y que debió transcurrir cerca de un siglo para que se impusiera plenamente como
elemento regulador de la economía. Los mercados que existieron en las
sociedades precapitalistas, cualquiera que haya sido su tamaño, fueron un
elemento secundario en la vida económica.".[35]
Estando clara la situación
de la época premercado, en la que destaca la existencia de motivaciones que
pueden suponerse de autonomía o democráticas, tales como las que subrayé en
la cita -junto a otras, menos altruistas-, me queda encontrar ejemplos actuales
o de la historia reciente.
Vale recordar el caso de la
economía familiar, en la que todos aportan -a la medida de sus capacidades-
para que, de lo así obtenido, cada cual reciba según su necesidad, con
solidaridad y equidad. Lejos, es la forma de economía democrática más
abundante, en todo el mundo: en su conjunto -de muchos pequeños núcleos-
abarca una parte muy importante de la humanidad actual. Aun cuando conozco
algunos casos en que esto no ocurre con todos los miembros de la familia
-ya que los padres dividen muy meticulosamente sus haberes y aportes, lo que
suele ser 'copiado' por los retoños en cuanto comienzan a 'ganar su propio
dinero'-, me parece que en Chile las familias de este tipo son todavía muy
minoritarias, pero que su número crece rápidamente. ¿Llegarán al punto de
'cobrarse' mutuamente?. ¿De mantenerles una 'cuenta corriente de gastos' a los
hijos, para cobrarla cuando sean mayores?. Espero que no, pero está por verse.
Otra forma de precio de
autonomía que se presenta en Chile, en grupos más grandes pero de mucho menor
cuantía total que la anterior, es también la de unos 'precios no
tradicionales', considerados casi 'extraeconómicos'. Se trata de los servicios
y productos proporcionados por instituciones conocidas como 'de voluntariado',
dedicadas a fines benéficos, sin fines de lucro -de verdad-, en las que el
personal que recibe sueldo se reduce a unos cuantos funcionarios de jornada
completa. Destaca entre estas organizaciones la de Bomberos, en Chile,
voluntarios, con cuarteles en casi todas las ciudades y pueblitos, por pequeños
que sean. Llama la atención que estén bastante 'militarizadas', con
jerarquías considerablemente rígidas y varios uniformes, de claro corte
autoritario, dados sus fines de declarada autonomía: ¿otro caso de mezcla de
modos?.
Las organizaciones de
voluntariado abarcan una amplia gama de servicios, especializándose en algunas
áreas en las que focalizan sus atenciones. La Teletón en la atención de
niños minusválidos, Hogar de Cristo tiene varias áreas, y así sucesivamente.
Estas, y otras como ellas, son organizaciones que no tienen fines de lucro,
efectivamente: ni para la organización ni para sus directivos o ejecutivos.
Conviene diferenciarlas de
otro grupo, constituido por algunas de las llamadas ONG's y otras instituciones,
que también declaran no perseguir fines de lucro, lo que en realidad se cumple
para la organización, pero que ha llegado a ser una fuente de ingresos
envidiables para algunos de sus ejecutivos, transformándose, estos trabajos, en
una 'profesión' muy lucrativa. Menciono estos casos porque creo que no basta
con que una organización declare no perseguir fines de lucro para que se le
incluya entre aquellas que usan la autonomía.
Entre las que declaran no
tener fines de lucro -establecido obligatoriamente por las leyes que las
crearon- pero que nada tienen de autonomía, destacan las recientes empresas de
seguros de salud y de fondos de pensiones, en Chile, las Isapres y Afp's. Estas
empresas NO PUEDEN tener utilidades, pero los capitalistas que las crean
invierten sumas enormes en ellas. Luego, se disputan encarnizadamente 'el
mercado'. ¿Cómo pueden explicarse estos gravísimos atentados a las leyes
inmutables, inevitables y casi sagradas del mercado? ¿Dónde está la
trampita?. Porque esos inversionistas no son ingenuos ni tontos. Pareciera que
la gracia de ellas está en el poder económico que sus propietarios adquieren
al decidir en qué invierten los fondos, gigantescos, que estas empresas
manejan. Los dueños de los fondos son los imponentes, pero no tienen ninguna
injerencia en dicha inversión. ¿No resulta por lo menos hipócrita el que 'no
tengan fines de lucro'?.
La forma de 'precio' que a
mi juicio contiene el mayor grado de autonomía -modo que Piaget también llamó
"de cooperación entre iguales"- es la institución de la minga -o
mingaco-, en plena vigencia en Chiloé -de las islas o continental-, 1000 km al
sur de Santiago de Chile. Básicamente, consiste en la colaboración voluntaria
de un grupo de vecinos para la realización de tareas grandes y complejas, tales
como la construcción y los traslados o "tiraduras" de casas, por
muchos kilómetros, en una geografía de muchas y muy empinadas colinas, y que
suelen incluir la 'navegación' de la casa, de madera, por los canales
interiores. En estos trabajos casi no se usan elementos modernos -máquinas,
grúas y otras-, y salvo los motores marinos de los lanchones, se siguen usando
tecnologías antiquísimas. También se usa para cosechas, trillas y otras
tareas que exceden la capacidad del grupo familiar.
Cuando una familia requiere
hacer una minga, sus miembros recorren la zona solicitando la ayuda para una
fecha próxima, planificada cuidadosamente: a esta fase le llaman 'suplicar'
-"anda a suplicarle a Mateo para la construcción del granero" es una
petición corriente-. En el intertanto, la familia junta los materiales -para lo
cual puede 'suplicar' ayuda adicional- y organiza la tarea en colaboración con
los diversos expertos que conoce: carpinteros, albañiles, marinos, boyeros,
etc.. Dichos 'expertos' traerán con ellos sus herramientas, hachas, yuntas de
bueyes, cadenas y otros. La familia también debe apertrecharse con los
elementos con que 'pagará' la minga: comida, bebida y golosinas abundantes para
todos los que asistan. Por lo general, los hombres hacen los trabajos que
requieren más fuerza y las mujeres se encargan de las comidas, pero en caso de
necesidad, tanto mujeres como hombres -niños, jóvenes, maduros o viejos, da lo
mismo- pueden y saben hacer las partes de todos, con notable habilidad y fuerza.
La realización del trabajo, acompañado de bromas y gran algazara, generalmente
muy rápido y con alta eficiencia, termina con una fiesta en la que todos
participan, con natural entusiasmo y alegría.
Fuí testigo-participante
de una de estas fiestas, a la que llegué por casualidad -tuve que detener el
auto para dejar pasar una casa que atravesaba el camino en ese momento- y a la
que me uní para ayudar, empujando, en una parte muy empinada en la que los
bueyes no daban abasto. Siendo un perfecto desconocido, fuí
'incorporado' al grupo como un 'igual' hasta que terminó la fiesta.
¿Qué tan antigua es la
minga?. Personas oriundas de Chiloé me han dicho que 'minga' deriva de
'mingaco', palabra mapuche que designaba a estos trabajos colectivos, los que
serían considerablemente anteriores a la llegada de los españoles a dicha
zona, en el siglo 16. Tarea para los historiadores.
También he sido testigo de
otras formas de colaboración solidaria y desinteresada que se dan en esa zona.
He sabido que también ocurren en otras regiones en las que impera la pobreza
-incluido Santiago, la capital-. Por ejemplo, la ayuda que recibe una familia
que, por enfermedad u otras causas inevitables, no está en condiciones de
autosustentarse. A medida que se enteran de sus necesidades, familiares, vecinos
y conocidos se apuran en llevarles los elementos que pueden aportar y que allá
se consideran como mínimos indispensables. Muchos 'aportantes' viajan y caminan
desde muy lejos -decenas de kilómetros- para cumplir con este deber que nadie
osa desconocer. Aun con mal tiempo, en un clima bastante duro. Los que vuelven
de entregar sus aportes, avisan a otros de las necesidades aun no cubiertas, las
que son prontamente atendidas. Esta ayuda solidaria, sin ninguna forma de pago o
de retribución, inmediata o futura –salvo modestas 'atenciones' y
agradecimientos- se mantiene mientras dure la necesidad, a veces por años.
Quien no colabora cargará con el menosprecio de la comunidad y la aplicación
de una estricta 'ley del hielo'. Lo mismo o peor, para quienes se aprovechen de
la comunidad, inventando desgracias.
También muy antiguas eran
las 'trillas a yegua', habituales en todas las zonas agrícolas chilenas,
trabajos comunitarios en los que también 'se pagaba' con una fiesta, de tantos
días como la cosecha requiriera. Mapuches viejos cuentan que eran habituales
entre ellos las "trillas a pié": las describen como un baile parecido
al machitún -ceremonia religiosa- pero los pies, en vez de golpear el suelo, se
hacen resbalar sobre el grano, a fin de romper las espigas, desgranándolas.[36] Si
lo más importante era la fiesta -en una época de escasos eventos sociales- o
el trabajar juntos en beneficio de todos -por turnos, les tocaba a todos- es
algo que ya resulta difícil de investigar, por cuanto la mecanización
agrícola casi las ha extinguido.
Otras instituciones que
probablemente utilizan el precio democrático, es decir, ejercitan la autonomía
en ámbitos económicos, son las organizaciones de tipo 'cooperativas', de muy
distintas denominaciones –mutuales, empresas autogestionadas, etc.- y variados
objetivos. Al menos en sus orígenes, fueron pensadas como formas de actividad
económica en que la propiedad era colectiva -aunque no estatal- y sus objetivos
declarados eran favorecer solidaria y equitativamente a quienes formaban parte
de ellas y simultáneamente a toda la comunidad. En resumen, trataban de
eliminar el lucro individual como motivación de la actividad económica. La
idea era que sus utilidades fueran en beneficio de grandes grupos de personas,
ojalá equitativamente, y que, además, beneficiaran a toda la comunidad a
través de proporcionar bienes y servicios con la mejor de las relaciones
precio-calidad que fuera posible, optimizándola.
En teoría, si no
pretendían erigirse en un grupo privilegiado, habrían sido la mejor de las
expresiones del uso del precio democrático: respeto por sí mismo simultáneo
con idéntico respeto por todos los demás.
En Chile hubo un movimiento
cooperativo muy fuerte, con gran cantidad de instituciones, que incluso se
agruparon en una asociación que les prestaba servicios. Algunas cooperativas y
mutuales llegaron a ser muy grandes, hasta líderes de sus respectivas ramas.
Durante la dictadura militar fueron violenta y descaradamente 'desincentivadas',
forzadas a optar por uno de tres caminos: 'privatización', jibarización o
desaparición.
Las que optaron por la
privatización, obviamente se 'desnaturalizaron' rápidamente, transformándose
en empresas vulgares y silvestres, algunas conservando el puro nombre de
autonomía: cooperativas u otros.
Tuve oportunidad de
trabajar por unos meses -una asesoría puntual- en una empresa autogestionada,
ya durante la dictadura militar. Aparte de las 'presiones' oficiales, de todo
tipo -que se soportaban gracias a las ayudas de agencias internacionales,
canalizadas por el Instituto de la Autogestión, ahora inexistente-, pude
observar en ella terribles problemas de disciplina, muy poca solidaridad y, en
general, falta de autonomía ético-moral generalizada. Al punto de que era
difícil encontrar quienes se hicieran cargo de la gerencia. Poco tiempo
después quebró, por esas causas, no por la presión oficial.
¿Habrá algunas que
conserven el espíritu democrático que tuvieron en sus inicios?. Otra
interesante investigación por realizar, cuántas y cuáles son, qué
características tienen. Y las razones por las cuales, en la práctica, casi
desaparecieron o cambiaron las que había.
En este punto cabe destacar
los contenidos de autonomía ético-moral implícitos en varias de las
recomendaciones dadas por Peter Senge, experto en Administración de Empresas,
de MIT, así como en algunos de los ejemplos aplicados a empresas que él
menciona. Senge muestra cómo, con objetivos planteados desde un punto de vista
completamente diferente al mostrado aquí -el de su disciplina-, algunas
empresas de corte absolutamente capitalista han ido derivando a formas de
operación que me atrevo a calificar como de creciente y significativa
autonomía ético-moral. Esto, en pleno corazón del neoliberalismo actual:
Estados Unidos.
En su libro "La quinta
disciplina" {32}, Senge postula la necesidad de efectuar una serie de
cambios en las empresas que deseen mejorar verdaderamente sus niveles de
eficiencia, tanto para que compitan mejor -obtener utilidades más seguras y
mayores, además crecientes- como para resolver el grave problema de conseguir
empleados más productivos -mejor aun, capacitar los actuales- con idénticos
fines.
Muchas de sus propuestas
consisten en formas -que él califica de novedosas- de analizar y resolver los
problemas de las empresas. Por su carácter fuertemente técnico, pareciera que
nada tienen que ver con la autonomía planteada en este ensayo: sin embargo, la
mayoría son claras aplicaciones de formas de razonar con autonomía: tomar en
cuenta los puntos de vista de todos los involucrados; considerar sistémicamente
todas las variables intervinientes en un problema; informar a todas las
personas de la organización de todos los objetivos valiosos para la
empresa; la utilización del análisis crítico propio de todos los
empleados, de todos los niveles (para eso se requiere que estén todos
informados de todos los objetivos); el uso de "modelos mentales"[37]
coherentes entre sí; examinar los supuestos implícitos, también los de los
'superiores' -generalmente asumidos como dogmas-; la inutilidad del control
externo –característico del autoritarismo- y la necesidad de reemplazarlo por
el autocontrol -típico de la autonomía-, lo que él llama
"localismo"[38]; éstas son sólo algunas entre muchas otras.
Pero varias otras, en
especial las que dicen relación con las maneras de motivar a los empleados -de
todos los niveles- y de lograr que se comprometan con los objetivos de la
empresa, a mi juicio conducen directamente al logro de relaciones de autonomía
o democráticas, también en todos los niveles de la empresa, esta vez,
incluyendo a sus propietarios.
Al punto de que los
objetivos fundamentales de la empresa -que Senge llama "visión
compartida"- terminan siendo analizados, criticados y finalmente aceptados
por todos sus miembros, 'dueños' o simples empleados. No hay otra alternativa,
afirma Senge, si se desea que se comprometan con ellos, que los
compartan: para que realmente los compartan, deben haber participado en su
elaboración y posibles cambios. Como se comprenderá, los objetivos resultantes
de tal forma de elaborarlos no pueden ignorar los intereses de todos los
empleados -no sólo los de los dueños del capital- y suelen considerar también
los de los clientes y proveedores, a un paso de incluir a toda la sociedad
humana, paso que se da muy fácil en este ambiente: de hecho, se 'transforman'
en ecológicas. Entonces, una empresa con objetivos generales como éstos, por
muy capitalista que sea -ya que persigue la obtención de ganancias y el
crecimiento sostenido como herramienta para competir mejor con otras
competidoras- casi no se diferencia de una empresa autogestionada ideal, y casi
casi, de los de una 'socialista' también ideal, en el mejor de los sentidos.
¿Se estará dando una convergencia de fines entre ambos tipos de empresa?. Es
mi impresión que una convergencia así puede producirse si en ambos tipos se
usa, de verdad, el modo ético-moral democrático.
Pudiera pensarse que Senge
habla de pequeñas empresas, pero las que menciona repetidamente -Royal
Dutch/Shell, Johnson & Johnson, 3M, Citicorp, Hanover Insurance Co., IBM,
Matsushita, entre otras- figuran entre las más grandes del mundo. A mí me
queda la duda sobre la amplitud y profundidad con que dichas empresas aplican
las recomendaciones de Senge, y cuáles de ellas son las que han adoptado. Suena
muy bonito cuando lo expone Senge, pero me gustaría mucho comprobar hasta qué
punto se está usando en esas empresas lo que él propone, y con qué modo
ético-moral se utiliza.
Llama mucho la atención el
caso de People Express Airlines[39], ejemplo que Senge destaca como empresa
precursora de varias de sus recomendaciones, empresa que parece casi
autogestionada, y que creció vertiginosamente mientras mantuvo sus
características iniciales -llegó a ser en pocos años la quinta de USA- y que
quebró aun más súbitamente al abandonarlas para crecer más rápido,
según postula Senge.
Conozco otro texto con
varias similitudes a este de Senge: muestra muchas experiencias y
recomendaciones que fomentan la autonomía piagetiana aquí descrita, también
en USA: se trata de "Educating for character" {19}, de Thomas Lickona,
orientado a los ámbitos educacionales. La persistente insistencia -de Lickona y
Senge- en recomendar acciones que tienden a dicha autonomía -sin definirla,
hasta sin mencionarla, ni menos relacionarla con la de Piaget- parece indicar
que los sectores 'más avanzados' de USA están 'descubriendo' las ventajas de
ella, aún sin contar con las herramientas teóricas y metodológicas que
podrían potenciar significativamente sus recomendaciones.
Por último, y sólo para
no cansar, mencionaré un aspecto de clara autonomía ético-moral-económica,
parcial, que contienen la inmensa mayoría -sinó la totalidad- de las
actividades económicas -que incluyen alguna forma de precio-, y que, a mi
juicio, son las que mantienen en operación a las sociedades actuales.
Todas las operaciones
económicas que llegan a feliz término, lo consiguen gracias a que las partes cumplen
con lo que se comprometieron, dentro de márgenes aceptables. Si así no fuera,
la anarquía resultante, los litigios, venganzas y otras gabelas impedirían la
continuación de la vida económica moderna, tal como la conocemos.
No están consideradas en
este grupo, por definición, las operaciones que no se completan, por estafa,
incumplimiento u otras causas. Se trata del cumplimiento en tanto el que vende
porotos entrega porotos, con tan pocas piedras, arvejas y otras cosas que no
sean porotos, que son aceptados como porotos. Del tipo que ofreció y en las
condiciones negociadas, con márgenes bastante estrechos. El que compró dió
dinero verdadero -no falso-, o sus cheques fueron pagados por los bancos, en
plazos aceptables. Las 'trampitas' individualistas destacan porque son una
desviación de las normas de convivencia económica que estaban establecidas,
que obligan al cumplimiento antedicho.
Este aspecto de las
actividades económicas, de autonomía difícilmente discutible, no obsta para
que otros aspectos de las mismas actividades, ya mencionados en los acápites
anteriores, sigan siendo calificables como de ética primitiva, de heteronomía
o autoritarios, o de individualistas, según sea el caso. Con los inconvenientes
sociales que obviamente traen consigo.
Vale destacar que este
aspecto democrático de la práctica económica actual no tiene ninguna
relación con ciertas características que las teorías capitalistas asignan a
los seres humanos como intrínsecas, entre ellas, el egoísmo fundamental y
supuestamente eterno que mueve a los seres humanos a vencer su pereza y a
progresar persiguiendo el lucro. Me temo que si el deseo de obtener el lucro
personal primara demasiado por sobre las mencionadas tendencias -talvez
anticuadas- a cumplir las palabras empeñadas, el mercado -con todos sus
'poderes'- no resistiría más de un par de vueltas de la rueda de la fortuna.
Casi se puede decir que el afán de lucro y este aspecto democrático son
claramente contrapuestos y antagónicos. Y que es el segundo el que calladamente
'mantiene' al lucro, que goza de los resultados.
Creo que la existencia de
esta parte democrática de las operaciones económicas que he destacado, en
contextos en que, en los otros aspectos, predominan los otros modos
ético-morales o de relación social, constituye una masiva y decisiva
demostración de que existe la mezcla de modos ético-morales. Mezcla que hace
tan difícil distinguirlos unos de otros, sobre todo cuando los que los buscan
mantienen teorías -acerca de ellos- que suponen que deben darse aislados,
solos. Como parte de una personalidad monolítica, del todo o nada.[40]
Considero ya
suficientemente demostrado que existió y existe, en la actualidad el que he
llamado 'precio democrático', tanto un precio 'completo' como parcialmente, en
alguno de sus aspectos. Y que tienen una importancia tan grande que si no
existieran, las sociedades actuales, con todo su esplendor, seguramente
colapsarían.
5.-
Conclusiones.
Al menos para una primera
aproximación al tema, considero haber cumplido en lo principal con los
objetivos propuestos: existen -es posible distinguirlos- diferentes tipos de
precios, uno para cada uno de los diferentes modos ético-morales.
¿Será útil hacer esta
clase de distinciones?. Esto habrá que verlo, y dependerá del uso que podamos
darles. Talvez puedan servir para entender mejor los precios actuales, y, mejor
aun, para elaborar nuevas normas de establecer precios, ojalá de autonomía -la
descrita aquí-, para que puedan ser usados por todas las personas, en beneficio
de todas las personas.
Quiero dejar constancia de
que, intencionalmente, he evitado referirme a los precios que se usaban en los
sistemas sociales que se conocen como 'los socialismos reales': creo que
ameritan estudio separado.
Como muchos habrán
advertido, sin mencionar explícitamente el asunto de 'la propiedad', lo dicho
en este ensayo tiene fuertes relaciones con este concepto. El precio y su
inseparable compraventa -como se han tratado aquí, en sus diferentes formas o
modos ético-morales- constituyen el mecanismo o institución social aceptado
para 'traspasar' la propiedad, desde el que vende al que compra. Sin embargo,
pienso que lo aquí dicho sólo toca tangencialmente este tema, tan importante
que amerita tratamiento separado. Creo que la propiedad puede entenderse,
también, de maneras características que corresponden a los diferentes modos
ético-morales, y que el análisis detallado y específico de esas maneras puede
resultar muy enriquecedor. Tarea pendiente.
También quisiera destacar
mi impresión de que, de lo expuesto aquí, surge bastante clara la posibilidad
de delinear un ciclo evolutivo de los diferentes tipos de precio, atendiendo a
cual de los ya expuestos ha predominado en diferentes épocas de la historia.
Tan clara me pareció que comencé a trabajar en esa línea, pero me encontré
con dificultades mayores que las que, con la extensión presente y mis
conocimientos actuales, me parece razonable acometer. Seguramente, será
necesario elaborar ciclos para cada sociedad o grupos de ellas, puesto que
diferentes civilizaciones han evolucionado de diferentes maneras, con muchas
pausas y hasta fuertes retrocesos y regresiones, algunas de larguísima
duración. También con rápidos y súbitos progresos, en especial en los
últimos tiempos. Sin perjuicio de que la actual planetización de la economía
muestre convergencias significativas. Un trabajo que excede los alcances de
éste, ya demasiado largo. Por otra parte, y desgraciadamente para mí, pienso
que también se requiere de conocimientos de historia de la economía de los que
probablemente no dispongo. Por todo lo cual, me parece que se trata de una
estupenda ocasión para operar interdisciplinariamente, mediante la cooperación
entre iguales diferenciados: queda extendida la invitación correspondiente.
A pesar de lo dicho, creo
que me puedo permitir ahora dejar planteada una deducción que, con todas las
dificultades anotadas, puede considerarse como de probabilidad no despreciable.
Se trata de la tendencia general, desde el posible punto de partida hasta la
situación actual, y de su casi inevitable -al menos para mí- proyección al
futuro, más bien lejano.
El punto de partida más
probable de los precios es el del garrote y la ética primitiva: con poco margen
de error, éste fue el precio predominante entre los primeros grupos humanos
'organizados'. Y continuó siendolo durante la mayor parte de la historia
humana. Con tal raigambre en la 'naturaleza humana' que se mantiene, como hemos
visto ya, hasta el presente, pero ahora en clara declinación, en el largo
plazo. Primero fue desplazado por el precio autoritario -como predominante- y
luego éste último por el precio individualista, sin que ninguno de los
anteriores haya desaparecido del todo, ni mucho menos.
El precio individualista -y
los sistemas económicos que lo hacen posible- han conseguido tal hegemonía
mundial que algunos de sus partidarios han proclamado que sus logros ameritan
afirmar que se ha arribado, con ellos, al fin de la historia: este es, según
ellos, el óptimo posible a la 'naturaleza humana'.
Otros no opinan igual:
veamos lo que concluye Perry Anderson.
"Cualquier balance
actual del neoliberalismo sólo puede ser provisorio. Este es aún un movimiento
inconcluso. Sin embargo, es posible dar un veredicto acerca de su actuación
durante casi 15 años en los países más ricos del mundo, en la única zona
donde sus frutos parecen, podemos decir, maduros. Económicamente, el
neoliberalismo fracasó y no consiguió ninguna revitalización del capitalismo
avanzado. Por el contrario, socialmente consiguió muchos de sus objetivos,
generando sociedades marcadamente más desiguales, aunque no tan desestatizadas
como quería. Política e ideológicamente, el neoliberalismo alcanzó éxito en
un grado que probablemente nunca soñaron sus fundadores, sembrando la simple
idea de que no hay alternativa a sus principios y de que todos, aceptándolos o
negándolos, no tienen más que adaptarse a sus normas. Probablemente desde
comienzos del siglo ninguna sabiduría convencional logró un predominio tan
abrumador como el neoliberalismo. Este fenómeno se llama hegemonía aunque,
naturalmente, millones de personas no creen en sus recetas y se resisten a sus
regímenes. La tarea de los que se oponen al neoliberalismo consiste en ofrecer
otras recetas y preparar otros regímenes. No hay cómo prever cuándo y dónde
van a surgir. Históricamente, el momento de giro de una onda constituye una
sorpresa.".[41]
No tengo argumentos para
rebatir estas conclusiones, sobre todo si sólo se basan en aspectos
económicos, de la economía tradicional. Sin embargo, creo que se vislumbra muy
claramente una presencia cada vez mayor de componentes de autonomía, tanto pura
-como en las mingas chilotas y en las familias 'autónomas'- como parcial -las
preocupaciones ecológicas y otras 'inclusiones de autonomía' en los precios
más primitivos- y que hacen posible que las sociedades sigan operando y
progresando. Tendencia que parece acelerarse mientras se consolidan sus logros
iniciales.
Otro motivo de optimismo es
que la necesidad de detener las tendencias antisociales que produce el modo
individualista –traspasado de la esfera económica a todos los otros ámbitos
de actividad, que se traduce en elevada criminalidad, uso de drogas exitismo y
consumismo desatados y sin límites- hará indispensable recurrir a la única
solución verdadera y de largo plazo, la educación moral masiva. Las que
conozco –como las que propugna Lickona en `Educating for Caracter´ {19}-
fomentan sin duda el uso de la autonomía de Piaget, en todos los ámbitos de
actividad. El ámbito económico no es un objetivo explícito de esta
educación moral, pero si en todos los otros ámbitos se comienza a generalizar
el uso de la autonomía de Piaget, no pasará mucho tiempo sin que el ámbito
económico se vea ‘forzado’ a usar el mismo modo. Por supuesto, lo que
quiero decir es que la gente comenzará a usar este modo también en este
ámbito si en todos los otros –o la mayoría de los otros- ya lo usa.
¿Se mantendrá esta
tendencia hasta el punto de que llegue a predominar el precio de autonomía?. Si
esto ocurre realmente, ¿cómo serán las sociedades en que estos precios sean
los predominantes y los otros sólo remanentes de escasa frecuencia, modos
relictuales en franca extinción?. Si todo esto se realizara, ¿será necesario
el dinero para esta clase de 'precios'? Recordemos que en las mingas y en las
familias autónomas no se usa; tengo entendido que tampoco se usaba al interior
de algunas formas de kibutz -en los inicios del actual estado de Israel-, al
comienzo de dichos 'experimentos sociales'. En estas condiciones ¿cómo serán
los mercados de plena autonomía?. ¿Cómo será la publicidad?.
Pienso que las respuestas
sólo pueden ser dadas por la 'economía ficción', cuasi ciencia o género
todavía nonato. ¿O será 'político-economía-ficción', o bien la
'ético-político-economía-ficción'?. La tentación de inaugurar estas
'disciplinas' es muy grande. Pero las dificultades parecen todavía mayores: el
estado actual de nuestras sociedades -en lo que a autonomía se refiere- se ve
tan lamentable que cualquier pronóstico, por modesto que se intente, caería en
la clase de las superutopías.
Sin embargo, la tendencia
que ha mostrado la especie humana a desarrollar la autonomía piagetiana, que
sigue creciendo a contracorriente (SA), a pesar de todos los gigantescos
obstáculos con que se ha topado y que se siguen multiplicando, permite abrigar
esperanzas. Parece que el futuro puede traer, a pesar de todo, más solidaridad,
más equidad, menos egoísmo y menos lucro, aunque el presente siga siendo
renuente a mostrarnos los caminos por los que pueden llegar a materializarse
éstas y otras características humanas propias de la autonomía, hasta el punto
de que sea éste el modo predominante.
Tengo la esperanza de que
la tarea de quienes no podemos aceptar al neoliberalismo -el también llamado
capitalismo salvaje- como la fase terminal de la evolución de las sociedades
humanas se vea facilitada por la utilización de los conceptos piagetianos aquí
propuestos -en conjunto con los de todas las otras disciplinas
atingentes-. Un modelo de sociedad deseable -al menos no tan indeseable como las
neoliberales- puede surgir de la extrapolación al futuro de actitudes
político-económicas de autonomía ético-moral. Muchas de las cuales
probablemente ya existen y se usan -no es necesario inventarlas-, otras que
fueron propuestas pero nunca aplicadas con este modo ético-moral, otras que
podríamos deducir de las actuales o de las propuestas, y de combinaciones
nuevas -de todas las clases o de una sola-.
Un modelo así, que logre
ser creíble -aunque sea sólo como posibilidad hipotéticamente realizable,
alguna vez- puede ayudarnos a dirigir nuestras acciones y esfuerzos sin el
agobiante peso muerto de un fin de la historia tan amargo y despiadado como el
que actualmente vivimos.
Estoy convencido que, con
la ayuda de estas herramientas piagetianas que propongo -y también las
otras que conocíamos de antes-, podemos inventar algunos nuevos 'grandes
relatos', uno de los cuales puede ser el que nos sirva de horizonte para salir
del nauseabundo pantano actual. Por supuesto, usando de la cooperación entre
iguales diferenciados, es decir, el modo ético-moral de la autonomía, o
democrático.
¿Preguntas,
comentarios, críticas, sugerencias? Envíelas al
autor, pinchando
aquí.
Las
agregaremos a esta página, previa evaluación de su
seriedad.
BIBLIOGRAFIA
{1} Adorno, Theodor W.,
Frenkel-Brunswick, Else, Levinson, D.J. y Sanford, R.N., "The authoritarian
personality", (La personalidad autoritaria) Harper, New York, 1950.
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353, 15 al 28 de Octubre de 1995, ps 15 a 18. Traducción de Carlos Sánchez
Trincado del artículo incluído en "Pósneoliberalismo. As politicas
sociais e o estado democrático" recopilación de Emir Sader, Paz e Terra,
Sao Paulo, 1995.
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Luckmann, Thomas, "La construcción social de la realidad", Amorrortu,
Buenos Aires, 1989.
{4} Berman, Morris,
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"El tema ético-moral, un gran ausente." (Algunos mitos sobre la
ética y la moral) Mimeo, Santiago, Chile, 1993.
{8} Chacón M.,Patricio,
"Etico-política", Mimeo, Santiago, Chile, 1993.
{9} Chacón M.,Patricio,
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Num. 2, Otoño 1995, Santiago.
{10} Chacón M.,Patricio,
"¿Podremos civilizarnos más rápido?", autoed. privada, Santiago,
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{11} Chacón M.,Patricio,
"Sociedades adolescentes" (Una teoría de la evolución social) Mimeo,
Santiago, Chile, 1995.
{12} Chacón M. Patricio,
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{13} Colby, Anne y
Kohlberg, Lawrence, "The measurement of moral judgement" (La medición
del juicio moral) Vol I, Cambridge University Press, New York, fotocopia de
borrador previo a la impresión, 1984.
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Browne C. Enrique, de la Barra G. Alvaro, Goic G. Alejandro, Gómez Millas Juan,
Guzmán V. Manuel, "Las Profesiones. Dilemas del conocimiento y del
poder". Ed. Univ. Católica de Chile, 1984.
{17} Kuhn, Thomas S.,
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{18} Lickona, Thomas,
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{19} Lickona, Thomas,
"Educating for character", Bantam Books, New York, 1991.
{20} Macpherson, Crawford
Brough, "La teoría política del individualismo posesivo",
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{21} Macpherson, Crawford
Brough, "La democracia liberal y su época", Alianza Editorial,
Madrid, 1982.
{22} Meiksins Wood, Ellen,
"De la elección a la imposición: la historia del mercado",
Traducción inédita de Hernán Soto desde "L'histoire du marché, entre
liberté et contrainte", "Critique communiste" No. 140, Hiver
1994-1995, a su vez, traducción de "From opportunity to imperative: the
history of the market", "Monthly Review", Julio-Agosto 1994.
{23} Mifsud, Tony, S.J.,
"Los seis estadios del juicio moral: con aplicación pedagógica",
fotocopia de mimeo, CIDE, Santiago, Chile, 1983.
{24} Piaget, Jean, "El
criterio moral en el niño", Ed. Fontanella, Segunda Edición, Barcelona,
1974. Traducción de "Le jugement moral chez l'enfant", Alcan, Paris,
1932.
{25} Piaget, Jean,
"Estudios sociológicos", Ariel, Barcelona, España, 1977. Traducción
de "Études sociologiques", Droz, Ginebra, 1965.
{26} Piaget, Jean, "La
toma de conciencia", Morata, Madrid, 1976,
{27} Piaget, Jean,
"Psicología de la Inteligencia", Ed. Psique, Bs. As. Argentina, 1984,
trad. de "La psychologie de l'intelligence", A. Colin, Paris, 1947.
{28} Piaget, Jean,
"Biología y conocimiento", Castilla, Madrid. 1969. Traducido de
"Biologie et connaissance", Gallimard, Paris, 1967.
{29} Rest,
James,"Development in judging moral issues",(Desarrollo en el
juzgamiento de temas morales) University of Minnesota Press, Minneapolis, USA,
1979.
{30} Rest, James,
"Moral development. Advances in reasearch and theory" (Desarrollo
moral: Avances en la teoría y en la investigación), Praeger, New York, 1986.
{31} Russell, Bertrand,
"Fundamentos de Filosofía", Plaza y Janés, Barcelona, España, 1975.
{32} Senge, Peter, "La
quinta disciplina", Granica, Barcelona, 1993.
{33} Chacón M. Patricio,
Tesis de Maestría "La teoría de la evolución ético-moral según Piaget:
la inclusión de dos nuevos Modos, la Ética Primitiva y el
Individualismo", Santiago, 1998.
Notas:
Numerosos
textos sobre ética o moral son imposibles de obtener porque su edición o
reedición se ha considerado 'económicamente inviable', aun cuando se reconoce
que son muy importantes y muy interesantes: aquí se incluyen algunos míos.
Insisto, no tengo ánimo de revancha.
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al texto
Entre las más conocidas --sólo en los ámbitos
especializados--, cabe mencionar la de Kohlberg y la de Rest. Para la primera, véase
Kohlberg et al "The measurement of moral judgement" {13} y Mifsud
"Los seis estadios del juicio moral: con aplicación pedagógica" {23}; para la segunda, véase Rest, "Development in judging moral
issues" {29}, y Rest, "Moral development. Advances in reasearch and
theory" {30}. Kohlberg se
autodeclara discípulo de Piaget, y sus colaboradores afirman que supera al
maestro: estoy en absoluto desacuerdo con ambas afirmaciones. Estos dos autores,
norteamericanos, han realizado larguísimas investigaciones para probar sus
postulados. Rest trabajó inicialmente con Kohlberg, pero luego formó su propia
escuela. La mejor 'versión' que conozco de ambas teorías es la de Lickona,
variante contenida en su "Raising good children" {18}. Adorno investigó
sólo uno de los modos ético-morales --en el sentido de Piaget--, el
autoritarismo, en su ya clásico "The authoritarian personality" {1}.
A pesar de sus innegables aportes, creo que no reunen las características
suficientes como para ser considerados como una teoría de evolución ético-moral.
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Piaget nunca mencionó este modo, el individualismo. Lo he postulado como un
modo diferente a partir de la caracterización de los modos piagetianos, como un
modo transicional entre el autoritarismo y la autonomía, dado que en la
actualidad puede ser distinguido con bastante facilidad: no calza completamente
con ninguno de los otros dos. Una explicación y caracterización bastante
completas, incluso la razón probable por la que Piaget no lo mencionó, pueden
verse en mi artículo "Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y
sinergia" {6}. En mi Tesis de Maestría {33}, posterior a la aparición de
este artículo, se puede ver una descripción más completa y actualizada a
1998.
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Esta temprana aparición está provisionalmente
validada por una Investigación Exploratoria, que realicé para mi Tesis de
Maestría {33}.
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Piaget
dedicó todo un texto --con su correspondiente investigación empírica-- al
tema del retraso o dècalage, "La toma de conciencia" {26}, fenómeno
que se presenta tanto en los aprendizajes llamados 'intelectuales' como de los
llamados 'motores'.
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Véase P. Chacón M. "Eticopolítica"
{8} y "¿Podremos civilizarnos más rápido?" {10}.
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He planteado y justificado esta divergencia principalmente en ¿Podremos
civilizarnos más rápido? {10}. Además, creo que el aparecimiento de la ética
primitiva después del autoritarismo es válido cuando se da en sociedades ya
organizadas con autoritarismo, pero aparece primero cuando no hay 'cultura
autoritaria' previa, tal como ocurre aun hoy entre niños abandonados a su
suerte --en la calle o en orfanatorios--: es el caso de sociedades que vienen de
la anomía, me parece. Por lo tanto, en la evolución de las sociedades, la ética
primitiva precede a la heteronomía: así la trataré.
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Véase Elias, op. cit. pp 277 ss. "No es
que en esta época faltara por completo el comercio de larga distancia; pero se
trataba, en lo esencial, de artículos de lujo, y en ningún caso de los de uso
cotidiano: ni siquiera el vino solía transportarse a grandes distancias. Quien
quería beber vino tenía que plantar viñas en su propio territorio, y, en el
mejor de los casos, cambiaba el excedente con los vecinos." Para Elias, la
economía autárquica o natural o doméstica se contrapone a la economía
monetaria, la que se desarrollará muy lentamente, durante siglos.
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Véase mi artículo
"El Poder y los modos de Piaget" {12}. El Poder primitivo está en pp.
7 y ss. También haré repetidas referencias a este artículo, y lo indicaré
con (P). Volver
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La actividad humana --pensar y/o actuar--
puede ser realizada en modalidad de «rutinas conscientes», focalizando nuestra
atención en lo que hacemos, o bien, en «rutinas no conscientes», de manera
semiautomática --pero no inconsciente--, usando una especie de 'piloto automático'
que nos devuelve a rutinas conscientes si ocurre algo imprevisto o peligroso:
como el manejar un auto, cuando se sabe bien. Descritas en mi "Eticopolítica"
{8}, Cap IV. "Un paradigma psicológico, explícito".
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Para una extensa descripción del papel de las teorías
científicas en las tecnociencias, véase Kuhn T. S. "La estructura de las
revoluciones científicas" {17}.
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Para un análisis de los diferentes tipos de
libertad, según los modos ético-morales empleados, véase mi "Eticopolítica"
{8}, Epílogo, "La construcción social de la libertad".
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De Macpherson, véanse las obras ya citadas,
{20} y {21}. De Ellen Meiksins Wood, véase "De la elección a la imposición:
la historia del mercado" {22}. Como también me referiré frecuentemente a
este artículo, lo indicaré con (EI).
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Hay acepciones de 'mercado' que no son
atingentes al que me interesa aquí: por ejemplo, lo que se quiere decir cuando
se afirma que 'este producto no tiene mercado', como sinónimo de 'demanda'.
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Véase
el Código Civil de Chile, Libro IV Títulos XXIII a XXV, y el Código Penal,
las partes que corresponde a su penalización, Libro II Título IX.
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'Adaptación' en tanto que
asimilación y acomodación, como principio o proceso básico de la vida biológica
y, por supuesto, de la psicológica. Su discusión en profundidad puede verse en Piaget, Jean, "Biología y
conocimiento" {28}. Volver
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La mimésis es una forma de aprendizaje por imitación de
modelos, en la que aprendemos 'con todo el cuerpo', inmersos en las vivencias
que se aprenden. Descrita brevemente por M. Berman en "El reencantamiento
del mundo" {4}, quien cita a Michael Polanyi, "Personal
Knowledge", sin más datos.Volver
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Véase, de Ellen Meiksins
Wood, "De la elección a la imposición: la historia del mercado" {22}, (EI), p. 4. Los subrayados son míos.
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Este relato está mostrado en el programa "El
lafkenmapu", de la serie de televisión "Al sur del mundo" {14}.
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Véase Senge, op. cit., ps
31 y 162 a 175. Volver
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Es el caso de Adorno et al,
para quienes las personas 'eran' o 'no eran' autoritarias, siempre y en todo
momento. También el de Kohlberg et al, para quienes, además, cuando una
persona pasa de una etapa o estadio a la otra, no se 'devuelve' nunca más. Rest
mantiene, parcialmente, el esquema de Kohlberg, pero 'traslapando' los estadios,
para conseguir mejor correspondencia de sus datos empíricos con sus hipótesis,
lo que finalmente tampoco ha logrado hacer con claridad, hasta donde tengo
noticias. Lickona, más realista, se acerca aún más a la idea de mezcla de
estadios, con su concepto de "desarrollo horizontal", en que dichos
estadios se mezclan con los 'colindantes' durante los períodos de paso, de unos
a otros. Llega a postular que se pueden observar reacciones características de
hasta tres estadios, simultáneamente. Para la verificación de estas
consideraciones, véanse los textos de estos autores, citados en Nota [3]. Volver
al texto
Véase Anderson, Perry,
"Qué es el neoliberalismo" {2}, p 18. En este breve pero instructivo
artículo, Anderson muestra las principales características del neoliberalismo
y sus diferencias con los capitalismos 'corrientes' anteriores. Me he encontrado
con muchas personas --incluso 'especialistas' del área de la economía-- que
tienen serias dificultades para hacer las distinciones que aquí muestra
Anderson: curiosamente, estas personas han sido, todas, muy 'antineoliberales',
no les gusta nada, pero no están muy seguras de qué es lo que no les gusta de
él. ¿Sabía Ud. que el texto fundacional del neoliberalismo data recién de
1944?. ¿Que sólo comenzó a aplicarse en la década de los 70?. Volver
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