[telescoperos] Re: [telescoperos] Re: Terremotos y energía nucelar

  • From: Iván Alarcón <ivanovich100@xxxxxxxxx>
  • To: telescoperos@xxxxxxxxxxxxx
  • Date: Wed, 16 Mar 2011 21:08:38 -0400

Gracias SuperWolf:

Leyendo en internet, en el diario la nación de Argentina, encontré esta
dramática historia de refugiados de Chernobyl que hoy viven en Buenos Aires,
se las copio aquí:

*"Fantasmas de Chernobyl olvidados en la Argentina**
*

* Larisa Vaynarovska estaba durmiendo cuando sintió el temblor. Tenía 25
años y dos hijos pequeños, vivía en la ciudad de Pripiat y era electricista
de montaje de la planta de Chernobyl. *

* Es ahora rubia y desvaída, vive en Buenos Aires, tiene en los ojos un
profundo cansancio y me cuenta, con pena, que el 26 de abril de 1986 se
asomó a la ventana del quinto piso y vio en el horizonte un rayo en medio de
un hongo de humo y fuego. A pesar de que el televisor estaba desenchufado
parecía encendido, y, por unos segundos, su mente se sintió aletargada por
una onda inaudible. Larisa no sabía ni cómo se llamaba en esos momentos. Se
metió en la cama y se volvió a dormir.
*

* Una de las acepciones de la palabra "chernobyl" podría ser "ajenjo". En la
antigüedad se creía que esa bebida amarga era mortal y se la usaba como
sinónimo de veneno. En la Biblia, específicamente en el Apocalipsis 8 10-11,
puede leerse un pasaje curioso: "El tercer ángel tocó la trompeta y cayó del
cielo una gran estrella ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera
parte de los ríos y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la
estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo,
y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron
amargas". *

* Al día siguiente de aquellos temblores, de aquel relámpago y de aquel
hongo siniestro, Larisa se desayunó con la noticia. Un repentino incremento
de potencia en el reactor 4 había recalentado el centro de la usina nuclear.
La explosión terminó con la vida de 31 personas, pero el material radiactivo
que se desparramó fue quinientas veces mayor que en Hiroshima. Ucrania era
parte integral de la Unión Soviética, gobernaba Mikhail Gorbachov y a pesar
de la ** glasnost la información pública seguía silenciada. Pripiat era una
ciudad de cincuenta mil habitantes destinada a operarios de la planta de
Chernobyl, un pequeño paraíso de provincias construido alrededor de un
generador de energía atómica. Y nadie le dijo a Larisa con claridad estos
detalles ni la gravedad del asunto. Nadie le dijo, tampoco, que su vida
cambiaría para siempre.
*

* Tuvo un presentimiento, sin embargo, cuando ese mismo sábado le
repartieron a la población pastillas para las lesiones de tiroides. La
radiación ataca con nódulos a repetición, muchas veces mortalmente
cancerígenos. La radiación entra primero por la garganta. No lo sabía Larisa
Vaynarovska, pero en ese momento los vientos esparcían la radiación por todo
el país y se contaminaban la tierra y las aguas. La vida cotidiana en
Pripiat seguía como si nada hubiera ocurrido. Sólo al día siguiente, después
de otra noche de insomnio, oyeron por radio la orden de evacuación. "Nos
vamos por tres días", les comunicaban. Había que llevarse lo mínimo, una
bolsita y poco más. Larisa tomó a sus dos hijos y se subió a un ómnibus sin
saber que no regresaría. O que lo haría brevemente y por fuerza mayor.
"Volví a los tres meses, con botas y barbijos, y todo estaba tal como lo
había dejado, hasta con el mismo olor -me relata con voz tenue-. Me
flaqueaban las rodillas. Metí todo lo que pude en tres valijas y me fui.
Pero hoy me levanto a diario llorando. Estoy en la Argentina, pasaron más de
veinte años y, sin embargo, sueño cada noche que estoy en aquella casa.
Sueño con los objetos perdidos." *

* Me muestra una foto en blanco y negro de Pripiat. Luego entro en Internet
y me detengo en una toma reciente. Sigue siendo una ciudad fantasmal e
inaccesible, árboles extraños y malformados cubren como garras monstruosas
los monoblocks. *

* Estoy ahora en una oficina diminuta y opresiva en Barrio Norte, y los
cinco fantasmas argentinos de Chernobyl me hablan en precario castellano y
me sostienen miradas líquidas y fatigadas. Por un convenio incompleto, ellos
y miles de ucranianos más vinieron a la Argentina en busca de sosiego. El
gobierno soviético los había barrido bajo la alfombra, la república
independiente se diluye en impotencias y el Estado argentino no fue capaz,
en todos estos años, de cumplir con la otra parte del trato: darles algún
tipo de protección social, enseñarles el idioma, permitirles las reválidas
de sus títulos universitarios, seleccionarlos por oficio y enviarlos a las
provincias donde su mano de obra calificada fuera útil. Eran parias en
Ucrania y son parias en la Argentina. Algunos de ellos tienen que limpiar
pisos para sobrevivir. *

* Valentina Akhmedziaova vino en 2001, cuando nuestro país estallaba en mil
pedazos. La crisis argentina le parecía, no obstante, menos tenebrosa que la
radiación. Se trata de una gringa de ojos azules que estudió música en
Moscú, se recibió de profesora, es una gran instrumentista y toca
maravillosamente una variación local del acordeón a piano llamado ** baian .
En aquel año fatídico de la explosión integraba una orquesta estatal de cien
músicos. A la semana de la tragedia les dieron la orden de viajar a la zona
y dar un concierto. Llegaron a la ciudad vacía y todo lo que recibieron fue
vodka para relajarlos y porque supuestamente los protegía de la radiación
nuclear. Ella no podía salir del colectivo. Ya había perdido todas las
fuerzas. *

* Un tiempo después envió una carta al Ministerio de Cultura para mostrar
que las secuelas eran terribles, y los burócratas le respondieron que jamás
habían enviado a esa orquesta a la zona de Chernobyl. Esa gira había sido
borrada de los libros y expedientes oficiales. No había tenido lugar. *

* A Valentina la atacan enormes nódulos a repetición y la han sometido a
operaciones quirúrgicas. Tiene las defensas bajas y poca fuerza en las
manos. La eximia instrumentista vive pobremente de ocasionales y muy escasos
alumnos, y de tareas de limpieza, que hace para seguir comiendo. Me pide
permiso para irse temprano. Vive en José León Suárez, viaja colgada de un
tren y tiene miedo cuando cae la noche. Se nota que está profundamente sola.
*

* En realidad, la primera que me habla es Ludmila Panasetsva, otra rubia de
ojos translúcidos que vivía, con su marido ferroviario y su hijo de dos
años, en un edifico a menos de dos kilómetros de la planta nuclear. Ludmila
estaba embarazada de ocho meses cuando los vasos y los platos comenzaron a
temblar en su departamento. Las primeras horas nadie los informaba: el
incidente tampoco había tenido lugar. Viajó con lo puesto a la capital de la
provincia y contó lo que se había ido enterando: nadie podía creerlo. Cuando
los rumores se fueron confirmando parcialmente, su marido tuvo que volver
para ayudar con las evacuaciones masivas y su suegra comenzó a tener
temblores nerviosos. Esas convulsiones, producto de la radiación,
evolucionaron hacia un falso pero devastador Parkinson. *

* La ola invisible de la radiación produce extrañas afecciones, dolores de
garganta perpetuos, cáncer de lengua y ataques de hígado: Ludmila no podía
comer nada sin que le diera una pataleta. A los 25 años parecía vieja. Le
hormigueaban los brazos y sufría mala circulación de sangre, anemia crónica
y dolores de cabeza. Las jaquecas volvían loco al ferroviario. "Ahora somos
gente olvidada -me dice ella-. A nuestro consulado no le importa lo que nos
pasa. Siguen eludiendo el tema. Y nadie quiere hablar del impacto que
produce la radiación. El 14 por ciento de la población ucraniana tiene
alguna discapacidad, principalmente por las secuelas directas o indirectas
de Chernobyl." *

* * * * *

* Porque cierta historia que se impone como oficial intenta refutar las
evidencias. Intenta refutar las estelas catastróficas que dejó el incidente
nuclear. Poderosos intereses políticos y económicos, en un mundo cada vez
más necesitado de energía, operan para dejar las cosas como están y no hacer
más olas. Los expertos nucleares han logrado que se diga que se exageran las
consecuencias y que no son científicamente comprobables. Sin embargo, muchos
países europeos protegieron su cadena alimentaria y resistieron la entrada
de setas comestibles, leche y otras producciones ucranianas. Finlandia y
Suecia no permiten que pase por su frontera el ganado. Y Alemania, Polonia,
Italia y Austria han detectado alto nivel de veneno radiactivo en jabalíes,
ciervos, bayas y peces. Leo que en un área de cuatro kilómetros cuadrados de
pino, alrededor de Chernobyl, el bosque se volvió marrón y dorado, los
animales perecieron y una manada de caballos abandonada en una isla ubicada
a seis kilómetros del accidente "se extinguió al desintegrarse sus glándulas
tiroides". *

* Tengo, además, cinco testigos de cargo frente a mí. Cinco ucranianos con
historias elocuentes. Esas historias rompen el cerco de silencio que
tendieron la política y la indiferencia. Me cuentan que chicos de seis o
siete años sufren infartos y que se les caen los dientes: en esa generación
el material radiactivo está dañando el corazón y las áreas óseas. "Llamamos
a Ucrania y nuestros amigos mueren del corazón aproximadamente a los 45 años
-agrega Ludmila-. Las mujeres sólo sobreviven dos años a una operación de
mamas." *

* Interviene Tatiana Kachanova para decir que en su boda, hace más de
treinta años, había cien parientes invitados, y que hoy no queda con vida ni
uno solo. Los propagandistas del lobby nuclear dirían que fallecieron de
muerte natural. Pero parece quedar poco de "natural" en las zonas de
influencia de Chernobyl. *

* Tatiana se lamenta de que su marido Sergio, geólogo, no pueda estar
presente en esta conversación: está internado, luchando por su vida. Después
de exponerse como voluntario en la planta nuclear fue azotado por todo tipo
de enfermedades: cirrosis, pancreatitis, diabetes, cardiopatías. Tatiana y
Sergio vivían en Kiev cuando se produjo la explosión. Tenían dos hijos de 4
y 6 años. Salieron a la calle el 27 de abril de 1986 y las caras y las manos
de los niños se les pusieron rojas, y la piel reseca. Los profesores de la
escuela sugirieron que volvieran al hogar y cerraran todo. El viento
envenenado soplaba sobre ellos y los charcos de agua de las esquinas tenían
bellas pero tenebrosas tonalidades verdes y azules. "Y muchos hombres
murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas", decía el
Apocalipsis. *

* El geólogo llegó de Siberia en esos días y trajo consigo un aparato para
medir la radiación. Revisó la casa objeto por objeto, y encontró niveles
radiactivos altísimos en cada uno de ellos. Tiraron la alfombra, el
televisor, se deshicieron de elementos de cocina y ropas de toda clase; a
partir de entonces eludieron el agua sin hervir, los huevos y la carne. Todo
estaba contaminado o era sospechoso. *

* Pero esas prevenciones sirvieron de poco. En 1998 Sergio cometió un grave
error. Hubo un llamado general para ir cuatro meses a la planta de Chernobyl
a reparar lo irreparable, y el geólogo no pudo con su genio y se anotó como
voluntario. Salió con alto grado de discapacidad de esa experiencia.
"Seguimos viviendo en Kiev -me dice Tatiana, con ojos grandes y elocuentes-.
Me acuerdo de que las frutillas se ponían como tomates, y de que cuatro
familiares nuestros que las comían tuvieron cáncer de lengua: murieron en el
término de un año. En 1994, Sergio tomó un mapa y me dijo: Argentina es el
país más limpio del mundo. Es por eso que nos vinimos. Pero no cobramos
jubilaciones ni tenemos coberturas médicas ni fuerzas para trabajar. Nos
enfrentamos día y noche con la burocracia y, también, con el silencio y con
el olvido." *

* La embajada de Ucrania en la Argentina no relativiza la gravedad del
asunto. Es una administración nueva y está tejiendo la firma de dos
convenios con nuestro Gobierno: uno para equiparar los títulos
universitarios y otro para crear algún tipo de protección médica. Pero las
buenas intenciones suben por la escalera y la desesperación usa el ascensor.
La democracia ucraniana es joven e inexperta, el colapso soviético la dejó a
la intemperie, y ahora juran que no hay recursos financieros suficientes
para hacer frente a esa herencia masiva y catastrófica, sin parangón en la
historia de la humanidad. *

* Larisa, Valentina, Ludmila y Tatiana ya se han marchado. Me quedo con
Oleksandr Zakorodnyuk, un hombre rudo que trabajaba de chofer en otra planta
nuclear de Ucrania y que el 1° de septiembre de aquel año fatídico fue
elegido a dedo y obligado a viajar a Chernobyl para seguir con las tareas de
"reparación". Estuvo 25 días viviendo en una escuela evacuada, en jornadas
de doce horas, trasladando tierra para separar la laguna del río, a
doscientos metros del agujero negro. Cada uno de aquellos operarios venía
con un aparatito para medir la radiación: se los quitaron el primer día.
Sólo estaban protegidos por guantes y barbijos, pero no tenían miedo. No
creían estar en peligro real, aunque luego comenzaron los problemas: presión
en los riñones, hormigueos en el lado izquierdo del cuerpo. *

* Salgo a la calle con Oleksandr. Tiene manos ásperas de trabajador. Me
cuenta que hace de todo: albañil, carpintero, lo que venga, para darle de
comer a su hija de nueve años. Se casó con una peruana y, al igual que otros
15.000 ucranianos, intenta adaptarse a este país del sur del mundo. Me
menciona al pasar la palabra "Atucha". Pienso en una explosión, en vientos
cargados, aguas envenenadas, ciudades desoladas y vacías, vidas arruinadas,
plagas eternas. *

* Oleksandr me da la mano rugosa y me sonríe: tiene un diente de metal que
sugiere una vida proletaria y valiente. Toma el subte y se dirige al Bajo
Flores. Está cayendo la noche y se van prendiendo con fuerza las luces de la
ciudad. No puedo sacarme de la cabeza esa maldita palabra. La palabra
"Atucha". Y me duele la garganta. Es como si la empatía o la sugestión me la
hubieran cerrado a lo largo de la tarde. El precio de la imaginación es el
miedo. Imagino que nadie está a salvo."*

Muchos saludos,


Iván


El 16 de marzo de 2011 21:16, <c_lobos2003@xxxxxxx> escribió:

> Telescoperos Ricardo González
> Nuestro portal es //www.freelists.org/webpage/telescoperos
>
> HOLA super Ivan
>          Que gusto leerte de nuevo y saber que estas vivito y coleando. Yo
> se que eres muy seco para tus opiniones
> y prefieres no hacerlas para no ser muy acido ja ja ja , pero se te echa de
> menos a veces.
> Coincido con la no viabilidad de una planta nuclear en Chile, el puro hecho
> de ser un pais sismico en exceso diria
> yo (Hace como una hora hubo un temblor grado 5), lo plantea como algo muy
> peligroso. La vida media del uranio 235 es de 600
> millones de años, los desechos de la fision van de centenas a miles incluso
> millones de años.
> Saludos Ivanovich
> Wolf
>
>
>
>
>
>
> On Wed, 16 Mar 2011 15:13:04 -0400
>  Iván Alarcón <ivanovich100@xxxxxxxxx> wrote:
>
>> Hola amigos:
>>
>> En verdad hace mucho tiempo que no me carteaba con ustedes porque no tenía
>> nada que aportar, pero sucedió lo que habíamos comentado que era probable
>> que sucediera, espero que nuestras autoridades recapaciten y no sigan
>> insistendo, a pesar del lobby nuclear. Algo bueno tenemos que rescatar de
>> esta tragedia.
>>
>> Que Dios protega al pueblo japonés.
>>
>> Saludos,
>>
>> Iván A.
>>
>>
>>
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